¿Soy hipocondríaca?

Estudio segundo de enfermería y la verdad es que estoy muy contenta con la carrera, porque es lo que quería hacer y no me ha defraudado. Me encanta lo que hago.
Lo malo es que me preocupo muchísimo sobre mi salud. Síntoma que tengo síntoma que pienso que es algo malo y grave. No es la primera vez que he alarmado a mis familiares diciendo que podía tener cáncer. Como es normal, ellos ya me conocen y se enfadan cuando les hablo de mis síntomas porque dicen que digo muchs tonterías. Piensan que lo digo por llamar la atención, pero no creo que sea mi caso porque lo digo porque me preocupa mucho. He llegado a pensar que tengo leucemia, sida... La ultima vez me hicieron una analítica y estaba perfecta... Por eso ahora se lo creen menos... Este estado de preocupación me pone triste ya que no se si de verdad estoy enferma o son cosas de mi cabeza.
Se que mi carrera no me ayuda mucho, ya que allí veo síntomas nuevos...
¿Qué puedo hacer?

4 respuestas

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Lo primero que deberías aclarar son los síntomas que tienes, ya que no los mencionas. Por lo que parece que estas más preocupada por la reacción de los demás, que en definir lo síntomas. En mi opinión esta claro que no eres hipocondríaca, es normal que si estas estudiando enfermería (y ademas el entusiasmo que demuestras) te hayas metido de lleno. Sin darte cuenta te analizas. Yo estudio psicología y también se me ha pasado por la cabeza alguna idea similar. Pero con calma se te ira pasando. También debes entender que no te comprendan tus familiares porque no habrán vivido una experiencia similar a pasarse horas estudiando enfermedades. Animo.
Muchas gracias.No te he definido ningún síntoma porque cada día son unos. Dolor de cabeza, cansancio, dolor de tripa. Pero al día siguiente el dolor desparece o se me olvida.
Muchas gracias por tu ayuda!
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Ciertamente el dicho de una persona de mi entorno tiene gran verdad :"la ognorancia y el desconocimiento de todo aquello que nos rodea ayuda a la felicidad", ya que el ignorar evita el que pienses en ello.
No todas las muestras y cambios de nuestro cuerpo tiene por qué ser una muestra de una enfermedad, no tiene porqué ser así, nuestro cuerpo va evolucionando constantemente y tiene una metamorfosis congénita a lo largo de toda nuestra vida.
La hipocondría es un trastorno en el que la persona interpreta síntomas somáticos como enfermedad. Esta interpretación la hace en el contexto de un intento desesperado de que esos síntomas desaparezcan porque suponen para el paciente un dolor inmenso y una amenaza de enfermedad o muerte. En nuestra sociedad se ha proscrito a la enfermedad y la muerte, evitamos encontrarnos con ella, esto supone que la enfermedad conlleva además de dolor físico una serie de problemas de aislamiento y de rechazos sociales, que no solamente se refieren al sida. También nos han enseñado desde pequeños que el dolor es una tremenda tragedia. Estos fenómenos, que no propios ni exclusivos de nuestros tiempos, pueden tener una influencia en la aparición y persistencia de la hipocondría. Pero, desde luego la cultura y la información adecuada son sanas y el único efecto que pueden tener es de prevención de estos trastornos.
Una vez que se detecta que un paciente es hipocondríaco y que accede al tratamiento. Se definen claramente con el paciente los objetivos de la terapia, que son que pierda la angustia y el miedo a la enfermedad que teme.
Para ello se plantean primero una serie de prohibiciones y tareas. Se le pide que no acuda a más médicos ni a las urgencias hospitalarias, que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, también para que entiendan que lo suyo no es cuento, que tiene un problema real aunque interpretado por todos como un problema que no existe. Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.
El tratamiento básico consiste en perder el miedo a estar enfermo, cuando se está sintiendo la sensación que se teme. A veces es el propio pensamiento de estar enfermo que genera un miedo y una angustia muy grandes, es quien genera la sensación que se teme y se interpreta como enfermedad. Esa angustia es una sensación desagradable e inexplicable que genera más miedo. De esta forma, la propia ansiedad asociada al pensamiento de estar enfermo se convierte en un disparador de los miedos a la enfermedad. Se establece así un círculo vicioso en el que el miedo a la enfermedad causa unas sensaciones que son a su vez interpretadas como enfermedad. Otras veces, al intentar eliminar la sensación temida se potencia.
Por ejemplo con la técnica de exposición a las sensaciones corporales, que consigue que el paciente pierda el miedo a los síntomas que interpreta como enfermedad. Aprende que si no huye de ellos, si no lucha contra ellos y los acepta, se pueden convertir en sensaciones admisibles que nos permiten seguir con nuestras actividades diarias sin mucho sufrimiento. Esta parte del tratamiento se realiza junto con un entrenamiento en técnicas de manejo de ansiedad que facilitan la exposición.
También hay que enfrentar el miedo a la enfermedad y a la muerte. Para ello se comienza un trabajo de desensibilización ante la enfermedad y la muerte de forma que se sitúe el miedo que causan al paciente en términos razonables. Se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.
El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.
Verse enfermo tiene en nuestra sociedad una connotación de debilidad. Por ello entrenar al paciente en basar su autoestima en otros medios de valoración y se le entrena en aumentarla.
Finalmente se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, como cambio de trabajo, separaciones, problemas de relación, etc. de forma que se pueda evitar que en el futuro se le desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.
En algunos casos los psicofármacos pueden ser una ayuda, sobre todo al principio del tratamiento. En esos casos se requiere la intervención de un psiquiatra; pero hay muchos otros en los que el paciente se puede manejar sin ellos.
Los estudios controlados que existen sobre este tratamiento, aunque no son definitivos, son muy esperanzadores, mi experiencia clínica con él es que da muy buenos resultados.
La ansiedad y el miedo implican una preparación para luchar o huir ante aquello que tememos, lo que es muy saludable puesto que nos ayuda a tener éxito, el problema es cuando tenemos ansiedad o miedo en situaciones en las que tendríamos que estar tranquilos. Para luchar o huir necesitamos que toda nuestra atención se centre en aquello que nos amenaza. Cuando buscamos asegurarnos que no existe una sensación, esta aparecerá. Por ejemplo, ahora seguramente, no nos pica nada; ¿Estamos seguros? Busquemos durante dos minutos. Con seguridad, nos aparecerá un picor en alguna parte del cuerpo.
Veamos otro ejemplo. Cuando luchamos o huimos, además, es preciso que nuestro cuerpo esté preparado por lo que se generan los cambios necesarios para ello, nuestra respiración se acelera, nuestro corazón late con más velocidad para bombear sangre a los músculos, etc. De esta forma cuando estamos atentos a la sensación temida, se producen una serie de sensaciones desagradables que nos hacen sufrir; pero que normalmente se atribuyen a la situación que tememos, lo que nos deja tranquilos. Pero si pensamos que no es lógico, que no pasa nada ante lo que tengamos que huir o luchar, podemos pensar que los latidos del corazón son debidos a su mal funcionamiento. Esta interpretación que nos causa miedo y ya estamos en el círculo vicioso de la hipocondría. Con los síntomas de depresión ocurre un fenómeno totalmente similar.
No siempre son los síntomas asociados a la ansiedad o depresión los que desencadenan la hipocondría. En cualquier momento podemos ser conscientes de alguna de las miles de sensaciones que tenemos en el cuerpo. Si consideramos que no tenemos que sentir nada y que además esa sensación que tenemos no es normal sino que puede estar asociada a un cáncer o cualquier otra enfermedad grave puede surgir el problema. Recuerdo a un paciente que tenía un lunar en la mejilla y cuando sentía algo allí pensaba que era porque se había convertido en maligno y por lo tanto tenía cáncer. Si cualquiera llevamos la atención detallada persistente a nuestra mejilla seguro que sentimos algo allí. De la interpretación que hagamos de esa sensación depende que nos dé miedo o no.
En las sensaciones rige una ley similar a la que hemos citado con los pensamientos: cuando no queremos sentirlas, permanecen. Por ejemplo, cuando estás leyendo estás líneas, el resto de lo que tienes alrededor seguramente no existirá para ti, pero en realidad puedes percibirlo, quizás con menos nitidez y claridad porque no está en tu foco de atención, pero está ahí. Y ahora que se te ha llamado la atención sobre ello, seguramente no podrás dejar de darte cuenta del resto de la página, ni de todo lo demás que ves, de todos los estímulos que llegan a ti desde lo que te rodea, más allá de estas líneas. Si luchas para conseguir no notarlos, se harán más presentes, siguiendo la misma lógica de lo que ocurre con nuestros pensamientos. Si alguno de los elementos que hubiese cerca de ti fuera un tigre suelto, las posibilidades de apartar la vista de él serían mucho más pequeñas. Solamente cuando no nos importa percibir algo, pueden venir otros estímulos a sustituirlo o podemos elegir fácilmente otro foco para nuestra atención.
Es más fácil huir de las sensaciones externas que de las internas. Por ejemplo, para dejar de ver algo que nos desagrada podemos girar la cabeza y no mirar. Las internas las llevamos dentro y no podemos dejar de sentirlas. Veamos otro ejemplo: hasta este momento seguramente no notábamos que teníamos lengua, pero nada más mencionarla se hace presente y la sentimos claramente y no podremos olvidarla por mucho que nos esforcemos. Si nos empeñamos en dejar de sentir la lengua, no lo conseguiremos. Solamente dejando cualquier lucha para olvidarla y dedicándonos a lo que estábamos haciendo, la sensación dejará nuestra conciencia en unos momentos.
Por lo que debes comenzar a enfocar tus estímulos en tu momento real y no pensar en lo que pudiera ser, sino, en la realidad del contexto y situación que vives en cada momento actual, un saludo y cuidate. Virgi2.
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Ohhh eres como yo solo que yo no estudio enfermería miro en Google los síntomas que es peor mi familia ya está harta de mi y de mis enfermedades como tu dices hoy es una cosa y mañana es otra así siempre, también estoy triste porque pienso que tengo algo malo lo último en lo que me da por pensar es que tengo algo en los riñones ya he ido al medico por eso 2 veces y me tachan de hipocondríaca pero no me mandan pruebas así que retroalimento más mi angustia, así que ánimo aquí tienes una amiga hipocondríaca como tu

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Es común en algunas personas, aunque no estudien la carrera, que lean, por ej. revistas de tipo medico, para darte un ejemplo concreto y real, y que crean que tiene algún problema descripto en los artículos, si no puedes solucionarlo, puedes consultar, pero tienes que solucionarlo si no tu carrera se vería perjudicada, Ste.

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