¿Es posible tener una economía que genere una acumulación de riqueza equitativa?

Texto 1: “¿Y si la economía dejara de crecer?”

“El enorme crecimiento de los niveles de producción desde la Revolución industrial ha permitido el
consumo de bienes y servicios a una escala sin precedentes para más de 1.000 millones de personas
en los países desarrollados. El rápido crecimiento en el primer mundo mantiene viva la promesa de
extender a miles de millones de personas más una mayor prosperidad material. Los economistas
miden el tamaño de la economía por el valor financiero de la producción, conocido como Producto
Interno Bruto (PIB). Solemos suponer que el crecimiento del PIB es siempre algo bueno porque
aumenta el consumo, crea puestos de trabajo y permite que los gobiernos recauden impuestos con lo
que financiar los servicios públicos. Sin embargo, el PIB no constituye una buena medida del
progreso humano. Incluye muchas actividades perjudiciales para nuestro bienestar, como los delitos,
y omite otras cosas que hacen la vida digna de ser vivida, como la libertad y la amistad. También
cuenta como ingresos el consumo de los recursos finitos de nuestro planeta, mientras pasa por alto
los costos de la contaminación y del cambio climático. Por estas razones, en los países ricos la
conexión entre el crecimiento del PIB y la mejora del nivel de vida es más débil que en las naciones
en vías de desarrollo. El reparto de los ingresos adicionales también es importante. Si la brecha entre
los ricos y los pobres se agranda, la economía podría crecer, pero les iría aún peor a más personas.
Los economistas clásicos de los siglos XVIII y XIX creían que el crecimiento económico acabaría por
cesar una vez satisfechas nuestras necesidades materiales, y que el crecimiento del consumo no
continuaría infinitamente porque los recursos naturales son finitos. Sin embargo, no veían en esto un
final para el progreso cultural, social o científico. Por el contrario, pensaban que una economía que
dejara de crecer o se estabilizara nos permitiría atender menos a lo que el economista británico John
Maynard Keynes llamaba la “repugnante morbosidad” de la acumulación de riqueza por el gusto de
acumular riqueza y más a cómo vivir “sabia y agradablemente y bien”.
¿Entonces qué?: Los desarrollos tecnológicos nos hacen cada vez más productivos, pues se
requiere menos trabajo para producir la misma cantidad. Así que en una economía estable
necesitaríamos ir reduciendo gradualmente nuestras horas de trabajo a medida que aumentara
nuestra productividad, a fin de impedir el aumento del desempleo. Para permitir que los países más
pobres siguieran aumentando su consumo material hasta alcanzar los niveles de naciones
desarrolladas, todos tendríamos que utilizar los recursos naturales más eficazmente. Según los
cálculos del economista británico Angus Maddison, el PIB es 11,4 veces mayor ahora que en 1820.

Texto 2: “¿Y si dejáramos de salir de compras?”

“Compro, luego existo”. Este es un aforismo sobre el que se sustenta la economía moderna. Dicho sin
rodeos, cuando compramos más la economía crece, y esto se considera bueno. ¿Qué pasaría, pues,
si todos dejáramos de comprar? Si todos paráramos de repente y el gobierno no tomara ninguna
medida, los resultados podrían ser desastrosos, por supuesto. El sistema, que depende del
crecimiento constante, comenzaría a venirse abajo. La economía tal como la conocemos
implosionaría cuando el dinero dejara de circular. Los gobiernos y las empresas nos rogarían que
compráramos a fin de mantener la economía a flote. Se harían compraventas increíbles, pero
seguirían fuera del alcance de los cada vez más numerosos desempleados. Para los que tuvieran
deudas, la necesidad de ganar algo sería insoportable, pero habría oportunidades ofrecidas por las
mismas personas que dejaron de comprar: necesitarían reparar, reimaginar o compartir lo que ya
poseían. De modo que habría un aspecto positivo. La fabricación y reparación de las cosas que
tenemos ocupa a muchos trabajadores cualificados y potencialmente podría crear mucho empleo. El
consumo colaborativo es la última moda, pero ¿y si también produjéramos colaborativamente?
Podríamos compartir, tomar prestadas y reparar las cosas que necesitamos... Y fabricar más también.
En un mundo en el que todos poseyéramos una serie más amplia de destrezas prácticas, estaríamos
menos a merced de los bienes desechables y al desuso planificado, y seríamos más capaces de
crear el mundo a nuestro alrededor de modo satisfactorio. Esto implicaría realizar elecciones menos
inducidas por la necesidad creada de consumir productos casi idénticos y enseguida sustituidos por
un nuevo modelo actualizado. Podríamos incluso encontrarnos con que nuestras vidas serían más
ricas y más interesantes. Si dejáramos de comprar música por internet, tendríamos que hacer más
por nuestra cuenta. Si dejáramos de comprar en los supermercados, el cultivo de alimentos
convertiría nuestras ciudades en jardines. Tal vez “hacemos, luego existimos” nos definiera mejor a
todos”.
¿Entonces qué?: Un nuevo “mundo materialista” en el que hiciéramos que las cosas duraran más y
las reutilizáramos indefinidamente supondría un gran cambio para los servicios que mantienen las
cosas funcionando. Significaría un enorme aumento en el número de plomeros, electricistas,
albañiles, carpinteros, agricultores y mecánicos, así como de tapiceros, costureras, pintores y
alfareros. La exploración de todo el ciclo vital de las cosas es creativa, inteligente y reflexiva. Si
compráramos menos, tal vez aprenderíamos a vivir más.

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