Presencia cristiana

Si entiendo bien tu pregunta, creo que la fuerza del cristianismo y su presencia no se debería fundamentar en la cantidad o el número de fieles y el terreno ganado, sino en la calidad de su práctica, su prédica y su accionar en el mundo.
Amar a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo es parte del espíritu del cristianismo y esa es la real fuerza de su mensaje, más allá de su presencia como movimiento espiritual.
La Presencia de este espíritu nace de la práctica fiel y sincera de sus principios, y esto depende de cada uno de los cristianos, que no deben olvidar que su fe no establece un compromiso con un movimiento sino con Dios, con Jesucristo y con el Espíritu Santo.
A mi entender, la genuina presencia cristiana es una expresión de la existencia de verdaderos cristianos, impecables en su práctica, fieles en su fe, inspirados por el Santo Espíritu. Un buen cristiano ama a su prójimo sin condiciones religiosas ni de ningún tipo y fundamentalmente no ha de sentirse distinguido de cualquier otro ser humano, quien es como él un hijo de Dios.
Es contradictorio que los seres humanos rompan los principales mandamientos de sus religiones en nombre de su propia religión. La presencia cristiana es pues, finalmente, lo que los cristianos hacen de ella a través de si mismos, de sus actos y expresiones.
Lo importante es como mejorar nosotros como cristianos, musulmanes, judíos o simplemente como seres humanos. Nuestra presencia en el mundo será entonces un reflejo fiel e inmejorable de nosotros mismos, algo realmente benéfico para toda la sociedad.
En términos espirituales mejorar es mejorar en calidad. Y en términos de calidad, cantidad se entiende como justa medida. Y tal vez esto te suene extraño: la balanza que nos indica esta justa medida no es la razón sino el Amor que utiliza modos y escalas que la razón no entiende. Si el Amor no está presente en nosotros, nuestras razones serán equivocadas y nuestra presencia podrá ser mucha, pero no necesariamente buena.
Desde mi punto de vista la presencia genuina nace de la cristiandad genuina, basada fundamentalmente en los diez mandamientos que Jesús nos dejó.