¿Piso a nombre de?

Había una vez un hombre que todos los días al volver del mercado, solía pasar por el parque y se sentaba a descansar un poco.
Todas las palomas del parque le conocían.
Cuando le veían venir con las bolsas, ya revoloteaban a su derredor.
El se sentaba en un banco y de una bolsa sacaba una barra de pan.
Las palomas, se le metían entre los pies, y se posaban en el banco e incluso sobre sus hombros.
Se sentía querido y amado por sus amigas las palomas.
El era feliz y poco a poco desmigaba la barra de pan y todas las palomas comían de su mano.
Un mal día, se quedó sin dinero.
Sin trabajo.
Ya era un anciano y apenas recibía una pensión para mal vivir.
Su situación era apurada.
Terminó teniendo que recurrir a comer en los servicios sociales de su ciudad.
Y ni siquiera tenía posibilidad de guardar un mengrugo. Y si lo conseguía debía reservarlo para la cena.
Seguía yendo al parque, como todos los días, pero sin bolsas de la compra y sin pan para las palomas.
Y se sentaba en el mismo banco.
Solo.
Absolutamente solo.
Porque ninguna paloma se le acercaba ya.
Porque ya nada tenía.
Y nada podía repartir.
La vida es muy dura.
Un saludo y póngase el piso a su nombre.
Cueste lo que cueste.