Teoría Contractualista

¿Qué es la teoría contractualista?
¿Quién era Hobbes y Rousseau?

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Teoría contractualista
Contractualistamente hablando entraremos a este fenómeno de las sociedad civil como el cambio de los seres humanos de un Estado Comunal a un Estado que va ha regir a todos por igual, de esta manera autores como: Hobbes, Rousseau y Locke han descrito de manera peculiar, a lo largo del tiempo y del desarrollo del hombre en la sociedad, es posible que la concepción contractualista incida en una manera sociológica de entender al mismo hombre desenvuelto en el mundo en el que vive. Pero entre los autores señalados, encontramos cierta similitud en los conceptos, Y cierto distanciamiento en describir al hombre, la concepción varía de acuerdo a la sociedad que se va ha formar.
El Contrato social de Hobbes, Locke o Rousseau pretende explicar no sólo el origen histórico y existencial de la sociedad político, sino también y sobre todo el origen institucional de la misma. La sociedad política o Estado es una sociedad convencional; por consiguiente, su estructura social específica queda completamente al arbitrio de los socios, a la convención de los socios. Estos pueden, pues, estructurarla, variarla y modificarla a su gusto y conveniencia. Todo depende del contrato social, que ellos pactan y pactan libremente como mejor les parece. El Contrato social es, por consiguiente, origen de todos los derechos ciudadanos, fuente de moralidad y de justicia. Por el cada asociado aliena a la comunidad, su persona y todos sus derechos.
Una concepción que nos adentraremos será la Sociedad Civil y como varía de acuerdo a las formas de gobernar y a las maneras de la agrupación social, dijese que en cada una de las concepciones se aterriza a otra un poco más compleja que es el Estado como una institución o una forma de gobernar y precisamente se entra en pugna si el Estado es o no producto del Contrato Social de los hombres y hasta que punto puede llegar a ser autoritario, despótico o democrático.
? El hombre y el estado natural
¿Hobbes dice que? ¿El hombre es el lobo del hombre? Antes de la Sociedad civil se veía que el hombre vivía en un Estado de guerra, en el cual se buscaba sobrevivir a las relaciones que se venían dando entre los mismos hombres, el más fuerte sobrevive. Hobbes, parte de una concepción pesimista del hombre. El hombre es malo por naturaleza; un animal desconfiado, ambicioso y egoísta, ávido de poder a expensas de sus semejantes. El estado de naturaleza no puede ser, entonces, sino un Estado de guerra de todos contra todos. Por consiguiente, si el hombre no fuese un animal inteligente, la especie humana, dado el régimen de violencia en que se encuentra sometido, acabaría por destruirse a si misma. Para evitarlo surge el pacto social, en procura de lograr la conformación del Estado, conceptual izado éste como aquel arbitrio de salvación y de seguridad para el hombre, siempre abocado a su propia destrucción.
Para Hobbes el hombre es insociable por naturaleza, pero debe hacerse sociable por necesidad. El resultado de la implementación de este pacto social, es la renuncia a todas las cosas que tiene, a favor de un tercero, el soberano, que no siendo éste una parte contratante, no queda obligado en manera alguna para con sus súbditos. Aquí nace el Estado Leviatán, en el cual el principio autoritario alcanza su máxima expresión. La división de poderes sería, por ello, absurda, dado que debilitaría la soberanía, que es absoluta e indivisible.
Para Rousseau, el hombre nace libre pero siempre esta encadenado, siempre tiene que obedecer, el hombre es bueno y se corrompe por la acción que sobre su alma ejerce la vida social. El estado natural del hombre es pacífico y virtuoso y el estado de guerra sobreviene, precisamente, por la convivencia. De esta manera se tiene que dar un contrato o pacto social al cual según la voluntad de los individuos transformará y hará que el hombre en la sociedad civil, mantenga un orden.
John Locke define el estado de la naturaleza como un estado de "paz, benevolencia y ayuda mutua". Los hombres que en el viven son entes razonables que no hacen mal uso de su libertad. No hay guerra de todos contra todos. El pacto que origina la sociedad civil solo obedece al deseo de asegurar, mediante la Ley, esos derechos naturales que ya tenían vigencia en el estado de naturaleza pero que, sin la protección de los organismos estatales, se encontraban expuestos a posibles abusos de algunos individuos menos razonables. Los derechos naturales subsisten en la sociedad política; los individuos no hacen renuncia de ellos, simplemente otorgan su representación. De todos esos derechos hay uno que el Estado debe proteger si desea que perdure su legitimidad: la Libertad. Del pacto social sale un estado diametralmente opuesto al hobbesiano: Un Estado liberal, representativo y con división de poderes
? El contrato social
El Estado es producto de la relación entre los seres humanos, para formar una sociedad que este regida por las leyes o por una autoridad moral, Hobbes acerca del Estado dice lo siguiente: Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra, debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suyos propios, al objeto de vivir apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres .
Con el establecimiento de la comunidad a través del contrato social, Hobbes dice que se dan las condiciones necesarias y suficientes para que se haga presente la moralidad. Lo que sea que vaya de acuerdo con la ley del soberano es correcto, mientras que lo que se desvía de ella es incorrecto. Hobbes establece por tanto la autoridad civil y la ley como el fundamento de la moral. Él argumenta que la moral requiere autoridad social, la cual debe estar en las manos del soberano. La voluntad de un poder soberano cuya autoridad es absoluta e indivisible constituye la única ley por la cual el comportamiento humano puede ser regulado apropiadamente. La moralidad, entonces, ¿se basa en la ley? ¿La ley del soberano absoluto?. Sólo con la institución de un gobierno que pueda premiar las acciones correctas y castigar las incorrectas es posible la conducta moral. Sin una autoridad civil, sería inútil y peligroso seguir los preceptos morales, mientras con ella, ¿la moralidad se convierte en un? ¿Dictado de la razón?. En último análisis, actuamos correctamente sólo porque ello conduce a la seguridad individual, y la primera condición de la seguridad es el poder civil absoluto.
Partiendo de la concepción de Hobbes; Rousseau dice que en el Estado de guerra y la ley natural de el más fuerte sobrevive, se supedita a la acción de los hombres y que en este Estado solo se tiene derecho a matar al enemigo, por lo cuál la asociación de los seres humanos se traslada al contrato social. Esta Libertad común es una consecuencia de la naturaleza del hombre. Su primera ley es velar por su propia conservación; sus primeros cuidados son los que se debe a sí mismo; tan pronto como llega a la edad de la razón, siendo él solo juez de los medios apropiados para conservarla, adviene por ello su propio señor .
Par Rousseau la agrupación antes existente al Sociedad civil es el Estado de Libertad, donde los hombres se tienen que relacionar, en el Estado de libertad después vendrá una comunidad política o sociedad civil que trate de que el ser humano regule sus relaciones en la sociedad: encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con todas las fuerzas comunes, a la persona y bienes de cada asociado; en ella, la unión de cada uno con el resto permite, no obstante, que cada uno no obedezca sino a sí mismo y siga tan libre como antes .
Así pues es posible entender como se asocian los hombres para agruparse en una sociedad que se le cataloga como Sociedad Civil, porque en esta Sociedad, los integrantes mediante un pacto, delegan sus libertades hacia los gobernantes o hacia un poder supremo que se va ir descifrando de una manera concreta según la forma de gobernar.
Mientras tanto Locke afirma que: El Estado de Naturaleza entre los hombres no se determina por un pacto cualquiera, sino por el único pacto deponerse todos de acuerdo para entrara formar una sola comunidad o u cuerpo político . Aquellas personas que viven unidas, formando un mismo cuerpo, regidas por una ley común sancionada y de un organismo judicial al que recurrir, con autoridad para decidir las disputas entre ellos y castigar a los culpables, viven en sociedad civil los unos con los otros. Los hombres que carezcan de alguien a quien apelar siguen viviendo en el estado de naturaleza y a falta de un juez se convierten en jueces y ejecutores por sí mismos, ya que se ha demostrado que es ése es el estado perfecto de Naturaleza. Este tilde de naturalismo se presta para que la sociedad o el cuerpo que se forma sea netamente por la integración de los hombres, nada los obliga a ello.
Pero también Hobbes y Rousseau hablaban acerca de las leyes en este caso Hobbes de un cuerpo moral y Rousseau acerca de la legalidad que existe en los Estados. En sí empiezan a deliberar dentro de la sociedad civil, entendiéndose la sociedad civil como un cuerpo político y después sociedad civil como las obligaciones de los ciudadanos
Hobbes había dado un paso fundamental al establecer la fuente "artificial" de la obligación política en el pacto social libremente establecido, esto es, en la fuerza de la convención, en la fuerza de la normatividad social. Pero, aparte de seguir una antropología enteramente basada en los valores supremos de estabilidad y seguridad, creyó necesario dotar al pacto con la garantía externa de un poder coercitivo sin límites.
Locke y el iusnaturalismo racionalista refirieron dotar al pacto de una base naturalista, de modo que el pacto social fuera simplemente la explicación racional y la sanción civil de las leyes naturales, pero entregando igualmente la garantía de tal orden natural-social a un soberano absoluto, porque el verdadero pacto social era el pacto de sumisión.
En el caso de Locke se trataba una soberanía parlamentaria y el pueblo retenía su derecho a recuperar el poder político en las situaciones extraordinarias; en el caso de los jurisconsultos, los límites del poder despótico los fijaba la ley natural.
Para la formación de la sociedad civil no es necesario que este pacto sea expreso, es decir, formulado con palabras o consignado por escrito. Basta y sobra que sea un pacto tácito, implícito en acciones y gestos, que suponen esa voluntad interior de obligarse mutuamente, por la adhesión usual, la aceptación práctica del orden establecido o en vías de establecerse, mediante la permanencia libre en el territorio sujetándose en la practica a lo que todos los demos se sujetan, etcétera. Los autores modernos, casi sin excepción, ven en la existencia misma del Estado, la continuidad de la vida del hombre.? Si no hay sociedad no hay orden, entonces no hay sociedad sin Estado, porque el Estado es, puede decirse, el ordenador de la sociedad, ¿la estructura o el estructurante de la sociedad?.
? Sociedad civil
Un orden político se establece y permanece, es porque media otro elemento, una razón quizás extrínseca al mismo sistema, pero que le otorga fuerza suficiente como para legitimarlo: El consenso. Allí es donde aparece una figura de autoridad más poderosa que la violencia misma, porque lleva ínsita la concepción en el mismo hombre que luego se somete a ella. Resulta una suerte de delegación. Por eso el contrato que legitima tal estado entrando en Rousseau, se atreve a servirse de la sociedad civil para legitimar sus acciones.
El origen histórico de la sociedad civil no hay que confundirlo con el origen institucional de la misma sociedad política. Por origen institucional se entiende el origen de su especial estructura y planificación, tal como al correr de los tiempos se ha presentado en la historia, cualquiera que haya sido el Estado o sociedad política donde se haya verificado. Por origen histórico se entiende, por el contrario, aquellas causas históricas, que hayan dado existencia temporal e histórica a una determinada sociedad política o Estado. Son dos conceptos distintos, que plantean dos cuestiones o problemas distintos. Aunque tal vez las respuestas puedan ser coincidentes. Así sucede en la Teoría liberal, para la que el origen institucional de la sociedad política, por ser convencional, es el mismo que le da origen histórico, el contrato social y quienes realizan ese pacto.
La sociedad civil se organiza por las funciones que tienen los ciudadanos y posteriormente se analiza que el cuerpo político que se ha formado se tiende a legitimar las acciones del Estado aún cuando estas estén en desacuerdo a tal sociedad civil, es preciso señalar que el ente de la Sociedad Civil continúa de cierta manera vigente dentro de la Participación ciudadana y los tintes democráticos que se hacen presentes en la actualidad.
Regresando a los contractualistas, la Sociedad civil, originada en el pacto tiende a tener bastantes vías para la aplicación de estas ideas, por ejemplo Hobbes en el pesimismo y Rousseau dentro de la corriente de la legalidad y legitimidad de los Estados, así como la duda si este o no debe existir, mientras Locke entra en la corriente netamente liberal.
Pero dentro de la sociedad civil queda un hueco que resolver, si se ha salido del Estado de Naturaleza o del Estado donde el caos para Hobbes era lo que pretendía, pues acaso, con todos los problemas que aquejan la sociedad moderna.
Utilizando los Conceptos del Contrato social según los autores analizados, a sociedad civil surge como el propósito del Estado, indiferentemente cada cual se refiere, si el Estado llega a desaparecer según Hobbes, la sociedad civil tiende a desaparecer también y se regresaría aun Estado de Guerra . Para Rousseau, la conciencia de la sociedad y las pugnas de esta la convierten en una sociedad pensante.
Parecería presentarse en los autores contractualistas (principalmente en Rousseau), una dicotomía entre sus concepciones. Por un lado aseguran que el Estado Civil representa frente al natural la corrupción del hombre, predicando la vuelta a la naturaleza, por el otro asegura que la libertad es la única que hace al hombre dueño de sí. Pero debemos entender que una cosa es el Estado Civil, perfecto e ideal y otra muy distinta es el Estado en sus formas reales, históricas, que son, casi siempre, formas degeneradas. Por ello, Rousseau decía que el alma humana alcanzaría, dentro del Estado, la perfección humanamente posible,¿? Si los abusos de ésta no la degradan por debajo de aquella de donde salió.?
La existencia del Estado y de la Sociedad civil son necesarios para entender la estructuración de los Estados reales, no ideales, de cierta manera es comprensible que la tipificación del contrato social como base legitimadora de la existencia misma del Estado sería la explicación más lograda del origen de éste, es también cierto que la comodidad que infiere hacia los individuos (sociedad civil) la existencia del Estado, con la consiguiente sumisión ante su estructura, termina por adormecer ese germen revolucionario en la conducta humana, ¿con lo que se torna casi imposible imaginar o prever una estructuración de la sociedad sin la figura? ¿Sobreprotectora? Del Estado y es difícil apreciar la formación del Estado sin la sociedad y actualmente sin la sociedad civil enrasada al reformismo democrático y a la gestión política que trae consigo una sociedad enajenada y legitimadora del Estado.
? Sociedad civil institucional hoy.
La transformación del Estado ha incluido de forma determinante el cambio de las sociedades y los medios de producción de las mismas, así pues las ideas de los filósofos como Rosseau y Locke transgreden de manera intelectual las barreras de lo establecido premiando a la educación como el instrumento que enriquece a la sociedad civil como tal y dota a los ciudadanos como el paso a establecer una sociedad concientizada.
Pero de cierta manera es preciso señalar que cada autor que hemos visto señala las características de la sociedad civil. Para Locke sucede que las funciones de los ciudadanos se establecen como en la sociedad entre los padres y los hijos y las obligaciones que a cada uno les compete como el matrimonio o el servicio militar, este es uno de los preceptos que se desarrollan en las finalidades del pacto social, la existencia de leyes que nos distingan de ciudadanos y no ciudadanos, como los esclavos perdieron sus libertados y los amos tampoco tienen una libertad absoluta .
Para Rousseau la Sociedad civil puede contribuir a la relación de los individuos y puede ejercer que la voluntad general se haga de manera incluyente y posteriormente tratar de que la voluntad general no se obsoleta y de manera tal que cada uno de los individuos pueda ejercer lo que esta delegando.
Rousseau implica dentro de estas gestiones de la sociedad civil, lo que pierde el hombre por el contrato social en su libertad natural y un derecho ilimitado a todo cuanto lo tienta y que puede alcanzar, lo que gana es la propiedad de todo cuanto posee .
Consecuentemente la Sociedad civil de ahora se plasma en estos dos conceptos clave, puesto que como parte de un contrato social, los ciudadanos tenemos que ejercer los derechos individuales que nos deja el contrato social, como la libre propiedad, los deberes de ciudadano, derecho al voto, servicio militar de carrera. Este concepto es muy claro y muy sencillo de contemplar, el de Rousseau, es mucho más complejo, porque se da una dimensión totalmente diferente, como una sociedad civil legitimadora y una sociedad civil que puede ser conciencia política de las situaciones delos Estados, de esta manera, la relación legalidad y legitimidad van de la mano aplicando estos términos hacia las acciones de los Estados sobre los individuos y la reacción de la sociedad civil como parte de un aparato estatal.
De cierto modo, ahora la sociedad civil se cataloga, como ese grupo de individuos conscientes que tratan de hacer gestiones políticas y defender los derechos humanos y las injusticias que suceden en una sociedad moderna como la nuestra. En este sentido es verosímil mirar al lado de los ONG o las organizaciones civiles que se preocupan por un caso determinado y regular las acciones de los individuos en una sociedad.
Pero veamos, estas organizaciones que son parte y se consideran de la sociedad civil, son imposible que corrompan el poder político al cual están sirviendo, son un símbolo de legitimar acciones de los gobiernos neoliberales de hoy en día, es una nueva forma de táctica política para creer en los gobiernos.
Consecuentemente a estos términos, el hombre jamás dejará de guiarse por la ambición y será su mismo lobo, como decía Hobbes, actualmente la erradicación de la pobreza y problemas sociales que se sirve la sociedad civil actual, emprenden de cierta manera una campaña política que determina quien hace más por tal problema social. Esto es sociedad civil hablando en términos de un grupo de personas e instituciones.
Sin embargo, ¿la participación de los ciudadanos es indispensable en este mundo donde cada vez más la enajenación y la ignorancia son más comunes y precisamente necesitamos una sociedad civil pensante? ¿No institucionalizada?, que sepa a donde dirigirse.
No se necesita más burocracia dentro de los Estados, tampoco se necesita desaparecer el Estado, se necesita una sociedad civil sólida y emprendedora, que no se quede en un movimiento social y efímero, una pugna constante antirreformista que en realidad comprenda que no hemos salido del Estado de Guerra y de la bestialidad del ser humano. Esto tal vez sea utópico porque siempre han sido mayorías, ¿pero cómo decía Spinoza? Una minoría organizada, ¿puede contra todo?.
Realmente las leyes no son la manera en la cual pueda ser equitativa la justicia en nuestra sociedad, hay que comprender que seguimos siendo animales y que nos seguiremos comiendo los unos a los otros, la guerra es lo más humano que hay porque es parte de la bestia que el ser lleva dentro, pero también es posible que dejemos de pensar como bestias y tratar de cambiar el mundo deteriorado, todo suena a utopía porque cada cabeza es un mundo y algunos somos más bestias que otros.
Las Sociedad Civil y el Estado Civil, son nuevos paradigmas ante la pronta desaparición del Estado, por eso la Sociedad Civil de hoy en día se refugia en las pugnas políticas, para con la reducción del Estado asciendan su poder político y económico, vinculándose en dar limosnas a los más necesitados. ¿La otra Sociedad Civil como? ¿El deber ser? De los seres humanos será incorromplible, porque todo son leyes y porque cada uno desde que nace y le hacen un acta de nacimiento es parte del contrato social puede estar o no de acuerdo con el régimen, pero el contrato lo exige, aunque se dice que el contrato social no debe ser escrito, cada movimiento de leyes obedece a aquel cuerpo político y jurídico que rige a los hombres en sociedad.
Thomas Hobbes: la tradición contractualista [1]
Thomas Hobbes (1588-1679) nació en Malmesbury, Inglaterra, de padres pobres e incultos. Siendo un niño precoz, sin embargo, su tío le proveyó la ayuda financiera que necesitaba y lo envió a la Universidad de Oxford. Al encontrar el pensum de lógica escolástica aburrido y la física aristotélica confusa y fastidiosa, dedicó la mayor parte de su tiempo a la lectura de los clásicos de la literatura. Al graduarse en 1608, Hobbes fue seleccionado como tutor de uno de los hijos de la familia Cavendish, familia a la cual permaneció unido la mayor parte de su vida. En calidad de tutor, Hobbes tuvo suficiente tiempo para reflexionar, viajar y para conocer y tratar a destacados filósofos y científicos contemporáneos suyos, como Galileo, Bacon, Kepler y Descartes.
En la obra de John Aubrey Vidas Breves se dice que a la edad de 40 años, casi por casualidad, Hobbes se enamoró de la certeza deductiva de las matemáticas.? Estando en la biblioteca de un caballero, los Elementos de Euclides abierto, en el séptimo [teorema del libro I]. Él lee entonces la proposición,¿? ¿Por Dios?, ¿Dice,? ¿Esto es imposible?. Así que lee la demostración y de nuevo la proposición... Ésta lo lleva a otra, que también lee. [Y así para atrás a los axiomas evidentes, cuando] Por fin se convence de su verdad. ¿Esto hizo que se enamorarla de la geometría?. Presuntamente, alrededor de las mismas fechas, Hobbes lee los Diálogos de Galileo, y se convence firmemente de que una filosofía sistemática debe estar basada sobre el principio físico de que todo cambio es un cambio de movimiento. La forma deductiva de la geometría y el materialismo de la física se convirtieron en características esenciales de su filosofía, que estaba por entonces en su etapa formativa.
Durante su período de desarrollo intelectual, la escena política inglesa era una escena de continua crisis y agitación. Cuando la tensión entre el Parlamento y el rey Carlos I estaba en su punto más crítico, Hobbes escribió un tratado político en el que defendía la doctrina de la soberanía absoluta del monarca. Él creía que la soberanía absoluta era una condición necesaria para una sociedad segura y pacífica, argumentando que si la autoridad suprema fuera limitada y dividida, como por ejemplo, entre el Rey y el Parlamento, sólo el caos podría resultar. Aunque no hizo ninguna referencia a la situación del momento, Hobbes pensó que se exponía a ser perseguido por el Parlamento, de manera que huyó a Francia. Durante este exilio autoimpuesto e innecesario (1640-1651), se dedicó a la investigación filosófica, fue tutor del futuro Carlos II, y escribió su importante tratado político Sobre el Estado (De Cive) en 1642, y su mayor obra filosófica, el Leviatán, en 1651.
Después de su retorno a Inglaterra, Hobbes permaneció alejado de la escena política, pero siguió escribiendo. El trabajo más significativo de este período fue De Homine (Sobre el Hombre), publicado en 1658. Aunque los trabajos de Hobbes muestran un trabajo académico fino, se distinguen particularmente por su penetración y originalidad.
Históricamente, Hobbes fue el primer filósofo que aplicó sistemáticamente los supuestos básicos de la ciencia del siglo XVII al comportamiento humano. ¿Impresionado por los avances en? ¿Filosofía natural?, de Copérnico en astronomía, de Galileo en física y de Harvey en fisiología, Hobbes intentó obtener resultados similares en otras ramas de la filosofía [2]. Entrevé la unificación de todas las ramas de la filosofía con el estudio de los cuerpos inertes, de los cuerpos vivos y de los cuerpos políticos. ¿Convencido de que la clave del éxito de la física radica en su materialismo mecanicista? ¿La idea de que todo se reduce en última instancia a cuerpos materiales en movimiento?, Hobbes extiende esta doctrina a la psicología y a la filosofía moral y política. Cree que, aunque las distintas ciencias investigan diferentes asuntos, las leyes básicas de cada ciencia describen los movimientos de los cuerpos.
La filosofía moral de Hobbes está directamente relacionada con su teoría psicológica, en la cual sostiene una concepción mecanicista de la motivación humana. Hobbes se opone a la noción prevaleciente en su tiempo de que la mente y el cuerpo son sustancias diferentes, y sostiene que los fenómenos mentales no son más que movimientos fisiológicos. La acuciosa naturaleza de su psicología se hace más notoria en el análisis mecanicista de las acciones voluntarias. Para él, ¿las acciones voluntarias son una variedad de? ¿Mociones animales?, que llama esfuerzos, o predisposición a actuar de cierta manera. Los esfuerzos son iniciados mecánicamente por estímulos sensoriales, aumentados por la acción de la imaginación y de la memoria, y guiados por una valoración cuidadosa de la situación. Los tipos más importantes de esfuerzos son los deseos y las aversiones. Los deseos lo mueven a uno a perseguir ciertos objetos, y las aversiones a evitar otros. Los esfuerzos no son solamente los determinantes principales de la conducta, sino también la base de las evaluaciones.
Evaluar objetos o acciones como buenas o malas no depende, insiste Hobbes, de nada más que de los deseos y aversiones. Ningún objeto o acción es intrínsecamente buena, esto es, buena por su propia naturaleza. Más bien, la gente llama buenos a los objetos de su deseo, y malos a los objetos de su aversión. Por lo tanto, los juicios o evaluaciones son transitorias y relativas a cada individuo. Los valores son transitorios, porque el deseo por un objeto puede cambiar a la indiferencia o incluso a la aversión: lo que es bueno en una ocasión puede en otra ser éticamente neutral o incluso malo. Los valores son relativos a los individuos, porque una persona puede amar un objeto en una situación y detestarlo en otra. El mismo objeto puede ser simultáneamente bueno, malo o indiferente.
Otra característica de la teoría psicológica de Hobbes es su concepción de la naturaleza humana como completamente egoísta. Él describe a las personas como siendo por naturaleza enteramente egoístas o desprovistas de auténticos sentimientos de simpatía, benevolencia o sociabilidad. Cada individuo está preocupado exclusivamente en la gratificación de sus deseos personales, y la medida de la propia felicidad es el éxito alcanzado en mantener un flujo continuo de gratificaciones. Hobbes llama poder al medio para alcanzar el objeto del deseo. Él sostiene que en un estado natural, los individuos son aproximadamente iguales en sus poderes físicos y mentales. Bajo estas condiciones, la competencia intensa elimina virtualmente todas las posibilidades de que los individuos alcancen la felicidad, y lo que es más serio, amenaza su propia supervivencia.
Hobbes cree que la razón apunta a la cooperación colectiva voluntaria como la manera más efectiva de que los individuos utilicen sus poderes. Cuando nuestro derecho a hacer lo que satisfaga nuestros deseos es elevado a la categoría de autoridad central, se dan las condiciones necesarias para nuestra supervivencia y felicidad. Cada individuo, en efecto, asegura:¿? Yo autorizo, y cedo mi derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre o a esta asamblea, bajo esta condición: ¿Qué tú cedas también a tu derecho y autorices todas sus acciones en la misma forma en que lo hago yo?. ¿Es a través de un? ¿Contrato social? Que el estado de naturaleza se transforma en sociedad civil.
Dícese que un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suyos, al objeto de vivir apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres (Leviatán, Cap. XVIII).
Con el establecimiento de la comunidad a través del contrato social, Hobbes dice que se dan las condiciones necesarias y suficientes para que se haga presente la moralidad. Lo que sea que vaya de acuerdo con la ley del soberano es correcto, mientras que lo que se desvía de ella es incorrecto. Hobbes establece por tanto la autoridad civil y la ley como el fundamento de la moral. Él argumenta que la moral requiere autoridad social, la cual debe estar en las manos del soberano. La voluntad de un poder soberano cuya autoridad es absoluta e indivisible constituye la única ley por la cual el comportamiento humano puede ser regulado apropiadamente. La moralidad, entonces, ¿se basa en la ley? ¿La ley del soberano absoluto?. Sólo con la institución de un gobierno que pueda premiar las acciones correctas y castigar las incorrectas es posible la conducta moral. Sin una autoridad civil, sería tonto y peligroso seguir los preceptos morales, mientras con ella, ¿la moralidad se convierte en un? ¿Dictado de la razón?. En último análisis, actuamos correctamente sólo porque ello conduce a la seguridad individual, y la primera condición de la seguridad es el poder civil absoluto.
Rousseau, Jean-Jacques (1712-1778)
Filósofo suizo, ilustrado y romántico, nacido en Ginebra. Su madre, Suzanne Bernard, muere a los pocos días de haber dado a luz, y su padre, Isaac Rousseau, le educa en casa leyendo con él novelas sentimentales y las Vidas de Plutarco, pero cuando por causa de un duelo se ve obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la cárcel, abandona al pequeño Jean-Jacques de diez años de edad, que es acogido por su tío y enviado a vivir a pensión, junto con su propio hijo, en casa de un clérigo, donde recibe por primera vez una cierta educación escolar. Vuelto a Ginebra, entra a trabajar como aprendiz de escribano y de grabador. Cuatro años más tarde, en 1728, abandona su casa y Ginebra, tras llegar tarde a la ciudad y ver de lejos cómo se le cierran las puertas, y a sus dieciséis años se lanza al mundo aventuradamente.
En Annecy, Saboyá, es acogido por un clérigo, que lo recomienda a una conversa al catolicismo, Mme. De Warens, quien a su vez lo envía a un catecumenado en Turín, donde abandona el calvinismo y es bautizado como católico; sirve como criado durante un tiempo en esta ciudad, y finalmente vuelve con Mme. De Warens, con quien establece una amistad materno-filial, que con el tiempo se transforma en amorosa y apasionada.
Transcurren diez años de lecturas, estudios, obras literarias de poca monta, aventuras, viajes, rupturas y regresos a Annecy, hasta que se produce la ruptura definitiva con la mujer que hasta entonces le había dado estabilidad emocional. Marcha a París, donde presenta a la Academia de Ciencias un Proyecto concerniente a nuevos signos para la música, que es rechazado; compone la ópera Les Muses galantes, Mme. d´Épinay lo introduce en el ambiente distinguido y es nombrado secretario de embajada en Venecia.
Vuelve a París en 1744 y comienza su trato con los philosophes, Diderot y d´Alembert sobre todo, y su colaboración en artículos para la Enciclopedia; conoce por esta época a Thérèse Levasseur, una mujer analfabeta a quien toma por compañera para toda la vida y con quien tendrá cinco hijos que serán depositados todos en la Maternidad pública. En 1749 va a visitar a Diderot, que se encuentra en la cárcel de Vincennes, y por el camino lee en el «Mercure de France» la convocatoria de un premio de moral por la Academia de Dijon, sobre el tema Si el establecimiento de las ciencias y las artes han contribuido a depurar las costumbres.
Su respuesta en forma de un «no» decidido, como crítica a los valores culturales de la sociedad de su tiempo y a los ideales ilustrados, constituye su primera obra importante, Discurso sobre las ciencias y las artes, premiada por la Academia y publicada en 1750. Aquí comienza el itinerario filosófico de Rousseau. La temática de esta primera obra es causa de una intensa polémica, que le da celebridad y que le obliga, hasta cierto punto, a proseguir por la misma línea. Tras decidir ganarse la vida como copista de música, se reconcilia con el protestantismo y con la ciudad de Ginebra y publica alguna ópera (Le Devin du village); en 1754 escribe Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, también como respuesta a una nueva convocatoria de la Academia de Dijon, que se pregunta «Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres y si la ley natural la justifica»; esta segunda obra, de mayor profundidad filosófica que la primera, no resulta premiada, pero Rousseau la publica en Amsterdam, en 1755, y la dedica a la república de Ginebra. En ella apunta la idea central del pensamiento de Rousseau: hallar en uno mismo aquella parte de naturaleza que la sociedad todavía no ha empeorado. Voltaire le comunica que ha recibido este «nuevo libro contra el género humano», y se lo agradece. Su actitud de negación y de reformador le hace sentirse incómodo en París, y acepta que su amiga Mme. d´Épinay le ceda su casa de campo, el Ermitage, para retirarse; allí trabaja intensamente, y lo hace luego en Mont-Louis à Montmorency y más tarde en el Petit-Château de Montmorency, donde permanece seis años. Durante este período, alterado por los vaivenes amorosos y las amistades rotas (con Diderot, con Voltaire), Rousseau escribe Carta a Voltaire sobre la providencia (1756) -en respuesta a su Poema sobre el desastre de Lisboa-, Cartas morales a Sofía (1757-1758), Carta a d´Alembert sobre los espectáculos (1758) -en respuesta a un artículo de éste, «Ginebra», en la Enciclopedia -, Julia o la nueva Eloísa (1756-1760) -tras enamorarse de su sobrina Sophie d ´Houdetot-, Emilio (1759-1761), El contrato social (1760-1761) y Cartas autobiográficas a Malesherbes (1762). Es la época de su mejor producción literaria, pero sus obras, sobre todo Emilio y El contrato social, son rechazadas en Francia y, por la primera de ellas, se le ordena prisión. Rousseau, privado ya de influencias y amigos, ha de huir a Suiza. Pero Ginebra prohíbe también Emilio y El contrato social y los envía a la hoguera; otros países, ciudades o universidades prohíben asimismo sus obras, y Rousseau se refugia en Môtiers-Travers, en Neuchâtel, bajo la protección de Federico II de Prusia; adopta desde entonces el traje armenio, y allí escribe Carta a Christophe de Beaumont (1763), en la que defiende las ideas de La profesión de fe de un vicario saboyano, incluida en el libro IV de Emilio, condenado por el arzobispo de París. En Cartas escritas desde la montaña (1764) rechaza el trato que la ciudad de Ginebra otorga a sus obras. La hostilidad contra él va creciendo por doquier: su casa es apedreada por incitación del cura de Môitiers; se marcha a la isla de Saint-Pierre y, finalmente, acepta la invitación de David Hume, amigo suyo, para trasladarse a Inglaterra. Instalado primero en Chiswick, en 1766, pasa luego a Wooton, pero las tensiones y el temor que lleva dentro hacen que se sienta perseguido y desconfíe incluso de Hume, y huye angustiado de Inglaterra volviendo a Francia con el nombre de Renou. Vaga por Francia, se casa civilmente con Thérèse Levasseur, en 1768, y se establece en París en 1770 donde permanece hasta 1778; vuelve a copiar música, clasifica hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto ha publicado Confesiones (1767-1771), escritas en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las meditaciones de un paseante solitario . Se traslada en 1778 a Ermenonville, al castillo del marqués de Girardin, donde muere de apoplejía. El 9 de octubre de 1779, por decisión de la Asamblea Constituyente, sus restos son trasladados al Panteón.
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Si el establecimiento de las ciencias y las artes han contribuido a depurar las costumbres
El restablecimiento de las ciencias y de las artes ¿ha contribuido a depurar o a corromper las costumbres? Eso es lo que se trata de examinar. ¿Qué partido debo adoptar ante esa cuestión? (...) Comprendo que será difícil apropiar lo que tengo que decir al tribunal en el que comparezco. ¿Cómo atreverse a censurar a las ciencias ante uno de los más sabios senados de Europa, elogiar la ignorancia en una célebre Academia, y conciliar el menosprecio del estudio con el respeto a los verdaderos sabios? He visto esas dificultades, pero no me han arredrado. No ataco a la Ciencia -me dije-; defiendo la Virtud ante hombres virtuosos. La probidad es aún más cara a las gentes de bien que la erudición a los doctos. ¿Qué he de temer entonces? ¿La ilustración de la asamblea que me escucha? (...)
(...) Antes de que el arte hubiese moldeado nuestros modales y enseñase a nuestras pasiones a hablar un lenguaje adecuado, nuestras costumbres eran rústicas, pero naturales; y la diferencia de las conductas denunciaba inmediatamente la de los caracteres. En el fondo la naturaleza humana no era mejor; pero los hombres hallaban su seguridad en la facilidad de conocerse recíprocamente; y esa ventaja, cuyo valor ya no apreciamos, les evitaba muchos vicios. Hoy cuando las investigaciones más sutiles y un gusto más refinado han reducido a principios el arte de agradar, reina en nuestras costumbres una deformidad vil y engañosa, y todos los espíritus parecen haber sido echados en el mismo molde; (...) no nos atrevemos a parecer lo que somos; y en esta contención perpetua, los hombres que forman el rebaño llamado sociedad, colocados en las mismas circunstancias, harán todos las mismas cosas si motivos más poderosos no los apartan de ellas. (...) No hay ya amistades sinceras, ni estimación real, ni confianza fundada. Las sospechas, los recelos, los temores, la frialdad, la reserva, el odio y la traición se ocultarán siempre bajo el velo uniforme y pérfido de la cortesía, bajo esa urbanidad tan elogiada que debemos a la ilustración de nuestro siglo. No se profanará ya mediante juramento el nombre del Señor del Universo; pero se le ofenderá con blasfemia, sin que nuestros escrupulosos oídos se sientan ultrajados. No se alcanzará el mérito propio; pero se rebajará el ajeno. No se insultará groseramente al enemigo, pero se le calumniará hábilmente. Los odios nacionales se extinguirán, pero junto con el amor a la Patria. La despreciada ignorancia será sustituida por un perjudicial pirronismo. Habrá excesos proscritos y vicios vilipendiados, pero otros se adornarán con el nombre de virtudes; y habrá que tenerlos o aparentarlos. Elógiese cuanto se quiera la sobriedad de los sabios de este tiempo; yo sólo veo en ella un refinamiento de intemperancia tan indigno de un elogio como su artificiosa sencillez. (...) Opongamos a esos cuadros el de las costumbres del reducido número de pueblos que, preservados de ese contagio de vanos conocimientos, han hecho por sus virtudes su propia felicidad y son ejemplos para otras naciones. (...) Pueblos: sabed de una vez para siempre, que la naturaleza ha querido preservarnos de la ciencia, como una madre arranca un arma peligrosa de manos de su hijo; que todos los secretos que os oculta causan tantos males cuantos quiere evitaros, y que el trabajo que tenéis para instruiros en ella no es el menor de sus beneficios. Los hombres son perversos; serían mucho peores aún si tuvieran la desgracia de nacer sabios.
! Qué humillantes son estas reflexiones para la Humanidad! ! Cuán mortificado debe quedar nuestro orgullo! ¿Acaso la probidad sería hija de la ignorancia? ¿Serán incompatibles la ciencia y la virtud? (...) La astronomía ha nacido de la superstición; la elocuencia, de la ambición, del odio, de la adulación, de la mentira; la geometría, de la avaricia; la física, de una vana curiosidad; todas, incluso la moral, del orgullo humano. Las ciencias y las artes deben su nacimiento a nuestros vicios: tendríamos menos dudas acerca de sus ventajas si lo debieran a nuestras virtudes.
El defecto de su origen se ve reforzado en sus objetos. ¿Qué haríamos de las artes sin el lujo que las nutre? Sin las injusticias de los hombres ¿para qué serviría la jurisprudencia? ¿Qué sería de la historia si no hubiese tiranos, guerras ni conspiradores? ¿Para qué serviría, en una palabra, pasarse la vida en estériles contemplaciones, si cada uno, considerando únicamente los deberes del hombre y las necesidades de la naturaleza, sólo dedicara el tiempo a la Patria, a los desventurados y a los amigos? ¿Estamos hechos, pues, para morir al borde del pozo de donde se ha retirado la verdad? Esta sola reflexión debería desanimar, desde los primeros pasos, a cualquiera que seriamente tratara de instruirse mediante el estudio de la filosofía. (...) Si nuestras ciencias son vanas en el objeto que se proponen, son aún más peligrosas por los efectos que producen. Nacidas en la ociosidad, la nutren a su vez (...) es el primer perjuicio para la sociedad (...) todo ciudadano inútil puede ser considerado como un hombre pernicioso. (...) esos vacuos y fútiles declamadores van por doquier provistos de sus funestas paradojas, socavando los cimientos de la fe, aniquilando la virtud. ¿Sonríen desdeñosamente al oír la viejas palabras de? ¿Patria? ¿Y de? ¿Religión? ; Y dedican su talento a su filosofía y a destruir y vilipendiar cuanto hay de sagrado entre los hombres. (...)
(...) No es posible reflexionar acerca de las costumbres, sin complacerse en recordar la sencillez de los tiempos primitivos. Es una hermosa orilla, adornada únicamente por la manos de la Naturaleza, hacia la que vuelve incesantemente los ojos y de la que se siente pena separarse. (...) Mientras las comodidades de la vida se multiplican, las artes se perfeccionan y el lujo se extiende, el verdadero valor se enerva, las virtudes (...) se desvanecen; ésa es siempre la obra de las ciencias y las artes que se desarrollan en la sombra del gabinete. (...)
(...) El paganismo, lanzado a todos los desvaríos de la razón humana, ¿ha dejado a la posteridad nada que pueda compararse con los monumentos vergonzosos que le ha preparado la imprenta bajo el reinado del Evangelio? Los escritos impíos de los Leucipos y de los Diágoras perecieron con ellos. No se había inventado aún el arte de eternizar las extravagancias del ingenio humano. Pero gracias a los caracteres tipográficos y al uso que se hace de ellos, las dañinas lucubraciones de los Hobbes y de los Spinozas quedarán para siempre. ! Id, escritores célebres, de los que la ignorancia y la rusticidad de nuestros antepasados no hubieran sido capaces; acompañad en casa de nuestros descendientes a esas obras más dañinas aún, de las que se exhala la corrupción de las costumbres de nuestro siglo, y llevad conjuntamente a los siglos por venir la historia fiel del progreso y las ventajas de nuestra ciencia y de nuestras artes! Si os leen, no les dejaréis ninguna perplejidad acerca del asunto que ahora nos ocupa; y, al menos que sean más insensatos que nosotros, alzarán las manos al cielo y dirán en la amargura de su corazón:¿?! Dios Todopoderoso! ! Tú que tienes en tus manos a los espíritus, líbranos de las luces y de las funestas artes y devuélvenos la ignorancia, la inocencia y la pobreza, únicos bienes que pueden darnos la felicidad y que son preciosos ante Ti!?. (...) ! Oh virtud! ! Ciencia sublime de las almas sencillas! ¿Hacen falta tantos sinsabores y tal aparato para conocerte? ¿No están grabados tus principios en todos los corazones, y no basta para aprender tus leyes entrar en sí mismo y escuchar la voz de la conciencia en el silencio de las pasiones? He ahí la verdadera filosofía; sepamos contentarnos con ella y, sin envidiar la gloria de esos hombres célebres que se inmortalizan en la república de las letras, tratemos de establecer entre ellos y nosotros esa distinción gloriosa que se señalaba antaño entre dos grandes pueblos: que uno sepa bien decir, y el otro bien hacer. (...)
(...) Indudablemente, yo debería haber condenado expresamente todas esas pueriles sutilezas de la escolástica, con las cuales, so pretexto de esclarecer los principios de la religión, se anula el espíritu sustituyendo la humildad cristiana por el orgullo científico. Hubiera yo debido alzarme con mayor fuerza contra esos ministros indiscretos, los primeros en poner sus manos en el Arca para apuntalar con su débil saber un edificio sostenido por la mano de Dios. Hubiera debido indignarme contra esos hombres frívolos que, por sus miserables discrepancias, han menoscabado la sublime sencillez del Evangelio y reducido a silogismos la doctrina de Jesús. Pero se trata ahora de defenderme, y no de atacar. (...) En el establecimiento de la nueva Ley, no fue a los sabios a quienes Jesucristo quiso confiar sus doctrinas y su ministerio. Siguió en su elección la preferencia que mostró siempre hacia los pequeños y sencillos. Y en las instrucciones que dio a sus discípulos no se halla una sola frase de estudio ni de ciencia, como no sea para señalar el desprecio que de todo ello hacia.
Después de la muerte de Jesucristo, doce pobres pescadores y artesanos emprendieron la tarea de instruir y de convertir al mundo. Su método era sencillo: predicaban sin arte, pero con un corazón saturado de todos los milagros con que Dios honraba su fe; el más impresionante era la santidad de su vida; sus discípulos siguieron su ejemplo; y el resultado fue prodigioso. (...)
(...) Las ciencias florecen hoy; la literatura y las artes brillan ante nosotros. ¿Qué provecho ha logrado de eso la religión? Preguntémoslo a esa multitud de filósofos que se precian de no obtenerlo. Nuestras bibliotecas rebosan de libros teológicos, y los casuistas hormiguean entre nosotros. Antaño teníamos santos, y no casuistas. La ciencia se extiende y la fe se extingue. Todo el mundo quiere enseñar a conducirse bien, y nadie quiere aprenderlo. Todos nos hemos convertido en doctores, y hemos dejado de ser cristianos.
No; no es con tanto arte y tanta ceremonia como se extendió el Evangelio por todo el mundo, ni penetró así en los corazones su maravillosa belleza. Ese divino Libro, único necesario para un cristiano y el más útil de todos, incluso para los que no lo sean, no ha menester sino ser meditado para llevar al alma el amor de su Autor y la voluntad de cumplir sus preceptos. Jamás ha hablado la virtud un lenguaje tan dulce; nunca la profunda sabiduría se expresó con tanta energía y sencillez. No se lleva a cabo su lectura sin sentirse mejor que antes. Vosotros, ministros de la Ley que me ha sido anunciada, no os molestéis tanto para instruirme en tantas cosas inútiles. Dejad todos esos libros sabios que no logran convencerme ni impresionarme. Prosternaos a los pies de ese Dios de misericordia que os empeñáis en hacerme conocer y amar; pedidle para vosotros esa humildad profunda que habéis de predicarme. No exhibáis ante mis ojos esa ciencia orgullosa ni ese fausto indecoroso que os deshonran y que me sublevan; sentíos impresionados, si queréis que yo lo sea, y sobre todo, mostradme con vuestra conducta la práctica de esa Ley en la que pretendéis instruirme. No tenéis que saber ni que enseñar más; y vuestro ministerio estará cumplido. No es cuestión, en nada de eso, de buena literatura ni de filosofía. Así es como conviene seguir y predicar el Evangelio; y así es como sus primeros defensores lo hicieron triunfar en todos los países non aristotélico more -decían los Padres de la Iglesia- sed piscatorio.
? ¿Discurso sobre las ciencias y las artes?.
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Las meditaciones de un paseante solitario
(...) Todo ha terminado en esta tierra para mí. Ya no se me puede hacer ni bien ni mal. Ya no me queda nada que esperar ni temer en este mundo, y heme allí tranquilo en el fondo del abismo, pobre mortal desafortunado, pero impasible como el mismo Dios.
Todo cuanto es exterior a mí es además extraño. En este mundo ya no tengo ni prójimo, ni semejante, ni hermanos. En la tierra estoy como en un planeta extraño donde habría caído del que habitaba. Si a mi alrededor reconozco algunas cosas sólo son objetos aflictivos y desgarradores para mi corazón, y no puedo dirigir la mirada sobre lo que me afecta y me rodea sin encontrar siempre algún motivo de desdén que me indigna, o de dolor que me aflige. (...)
(...) Esta idea, lejos de parecerme cruel y desgarradora, me consuela, me tranquiliza, y me ayuda a resignarme. Yo no voy tan lejos como S. Agustín que se hubiera consolado con ser condenado si tal hubiera sido la voluntad de Dios. Mi resignación proviene de una fuente menos desinteresada, es cierto, pero no menos pura y más digna en mi opinión del Ser perfecto que adoro. Dios es justo; quiere que sufra y sabe que soy inocente. He ahí el motivo de mi confianza, mi corazón y mi razón me gritan que no me engañaré jamás. Dejemos hacer pues a los hombres y al destino; aprendamos a sufrir sin murmurar; todo volverá a su orden al final, y mi turno llegará tarde o temprano. (...)
(...) ! Ah! ¿De qué me sirven luces tan tarde y tan dolorosamente adquiridas sobre mi destino y las pasiones ajenas de las que éste es producto? No he aprendido a conocer mejor a los hombres más que para sentir mejor la miseria en que me han sumido, sin que este conocimiento al descubrirme todas sus trampas me haya podido hacer evitar a ninguno. (...)
(...) Me dediqué al trabajo que había emprendido con un celo proporcionado a la importancia del asunto y a la necesidad que yo sentía tener de él. Vivía entonces con unos filósofos modernos que apenas se parecían a los antiguos. En lugar de aclarar mis dudas y de fijar mis irresoluciones, habían perturbado todas las certidumbres que creía tener sobre los puntos que me importaban más conocer: pues, ardientes misioneros del ateísmo y muy imperiosos dogmáticos, no soportaban sin cólera que alguien osase pensar distinto de ellos sobre el punto que fuera. A menudo me había defendido bastante débilmente por odio a la disputa y por poco talento para sostenerla; pero nunca adopté su desoladora doctrina, y esta resistencia a hombres tan intolerantes, no fue una de las menores causas que atizaron su animosidad.
No me habían persuadido pero me habían inquietado. Sus argumentos me habían alterado sin haberme convencido jamás; no encontraba ninguna buena respuesta, pero sentía que debía haberla. Yo me acusaba menos de error que de ineptitud, y mi corazón les respondía mejor que mi razón. (...) Su filosofía es para los demás; necesitaría una para mí. (...)

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