Por favor respóndame

Buenas tardes
Primero quiero contarle que tengo un problema tengo TOC y desde hace 1 año mi obsesión consiste en pensar que puedo quedar embarazada de cualquier forma y hoy tengo pánico tengo mucho miedo no puedo dejar de llorar, le suplico por favor me responda en cuanto pueda
lo que pasa es que tengo miedo porque ayer no encontraba ropa interior entonces me puse unos interiores que cogí de la cuerda y estaban húmedos después encontré unos secos pero los húmedos los tuve como por 15 minutos y en el momento no me asuste y no pensé nada pero ahora no dejo de pensar que de pronto había algo de mi papa en la lavadora (ropa interior de el con espermatozoides)y que en la lavadora se mezclaron con mis interiores y por eso estos estaban húmedos con esperma y tengo pánico.. Por favor si me puede responder y ayudar... Dígame razones para pensar que no es posible por favor.. Tengo miedo que en la ropa de mi papi haya habido algo y en la lavadora haya quedado en la mía y como estaba húmedo y que haya estado los espermatozoides vivos y al ponerme la ropa haya quedado embarazada...
Estoy tan asustada que pienso en tomarme una postday pero lo que pasa es que ya me tomado muchas por situaciones similares (no he tenido nunca una relación sexual) y la última me la tome hace 1 mes..
También tengo mucho miedo porque entre a un baño después de que había entrado un señor.. Y tengo pánico
en el tto psiquiátrico estoy tomando bromacepam, quetiapina y anafranil retard
TENGO MUCHO MIEDO.. ¿puedo quedar embarazada? Respóndame por favor.. ¿debo tomarme la pastilla? Siento que me la debo tomar.. Ayúdeme por favor

1 respuesta

Respuesta
1
Lo que me dices es por falta de confianza en uno mismo. Existen
personas tienen miedo al fracaso. Están agarrotadas por el miedo.
Tienen que relajarse y no temer el fracaso. Hay que decirles: Lo
importante no es si habéis ganado o perdido, sino si habéis disfrutado
jugando o habéis tenido miedo. Tenéis que tratar el miedo y lo
paralizante que esté resulta. El miedo consume los recursos vitales y
nos hace hacer mal las cosas. No tenemos que estar obsesionados con el
logro, con el éxito. Eso es problema de nuestra sociedad (es un fallo
cultural). Tenemos que decirles. Tu INTÉNTALO hacer lo mejor posible,
sin miedo. Da igual si ganamos o perdemos.
Que cada uno explique a los demás de qué tiene miedo, que compartan sus
miedos y que analicen lo ridículo que resultan algunos de ellos. Que
aprendan a comunicarse sus miedos. Si alguno pierde la concentración de
pensar en positivo y cae en el miedo, que busque la ayuda de alguna
amiga para que le ayuden.
Que cada uno aprenda a pensar más en positivo que en negativo. Que
traten y se comuniquen las cosas buenas que tienen. Si se tienen
confianza entre sí, verán que tienen ya un punto ganado para ser más
felices. Han expuesto el problema. Ahora tienen que tratar entre todos
soluciones que vayan MEJORANDO POCO A POCO las carencias encontradas.
TODAS LAS PERSONA TIENEN ALGÚN PROBLEMA que resolver. Nadie es
perfecto. Lo importante es la COMUNICACIÓN y la creencia absoluta de
que podemos mejorar la situación inicial si ponemos esfuerzo y
voluntad.
Te paso algunas ideas sobre VOLUNTAD que he tomado de
www.interrogantes.net Es una página que está muy bien y que tiene
muchos contenidos interesantes sobre la educación y las relaciones
humanas.
Un cordial saludo con mis mejores deseos para tu felicidad.
Fortalecer la voluntad
Todos sabemos de la importancia de la fuerza de voluntad para formar el
carácter. El asunto es ¿qué hacen, o qué hacemos, los que hemos nacido
con menos voluntad?
La voluntad crece con su ejercicio continuado y cuando se va entrenando
en direcciones determinadas. Y eso sólo se logra venciendo en la lucha
que -queramos o no- vamos librando de día en día.
Esta consolidación de la voluntad admite una sencilla comparación con
la fortaleza física: unos tienen de natural más fuerza de voluntad que
otros; pero sobre todo influye la educación que se ha recibido y el
entrenamiento que uno haga.
Una voluntad recia no se consigue de la noche a la mañana. Hay que
seguir una tabla de ejercicios para fortalecer los músculos de la
voluntad, haciendo ejercicios repetidos, y que supongan esfuerzo. ¿Una
tabla? Sí, y si esos ejercicios no suponen esfuerzo son inútiles. Ahora
hago esto porque es mi deber; y ahora esto otro, aunque no me apetece,
para agradar a esa persona que trabaja conmigo; y en casa cederé en ese
capricho o en esa manía, en favor de los gustos de quienes conviven
conmigo; y evitaré aquella mala costumbre que no me gustaría ver en los
míos; y me propongo luchar contra ese egoísmo de fondo para ocuparme de
aquél; y superar la pereza que me lleva a abandonarme en mi preparación
profesional, mi formación cultural o mi práctica religiosa.
Sin dejar esa tabla a la primera de cambio, pensando que no tiene
importancia. Ejercítate cada día en vencerte, aunque sea en cosas muy
pequeñas. Recuerda aquello de que por un clavo se perdió una herradura,
por una herradura un caballo, por un caballo un caballero, por un
caballero una batalla, por una batalla un ejército, por un ejército...
Con constancia y tenacidad, con la mirada en el objetivo que nos lleva
a seguir esa tabla. Porque, ¿qué se puede hacer, si no, con una persona
cuyo drama sea ya simplemente el hecho de levantarse en punto cada
mañana, o estudiar esas pocas horas que se había propuesto? ¿Qué
soporte de reciedumbre humana tendrá para cuando haya de tomar
decisiones costosas?
Y en la educación, los padres y profesores deben alabar más el esfuerzo
y elogiar menos las dotes intelectuales, pues lo primero produce
estímulo, pero lo segundo sólo vanidad. Además, muchas veces las
grandes cabezas, ésas que apenas tuvieron que hacer nada para superar
holgadamente sus primeros estudios, acaban luego fracasando porque no
aprendieron a esforzarse. Y quizá aquel otro, menos brillante, que se
llevaba tantos reproches y que era objeto de odiosas comparaciones con
su hermano o su primo o su vecino listo, gracias a su afán de
superación acaba haciendo frente con mayor ventaja a las dificultades
habituales de la vida.
Dominio de uno mismo
"Ayer comencé, por quinta vez en este año, un nuevo régimen de comidas.
Sé que tengo que perder peso, y estoy empeñado en lograrlo. Me leo todo
lo que encuentro sobre este tema. Me mentalizo. Pienso que voy a
lograrlo. Pero todas las veces me pasa igual. A las pocas semanas me
vengo abajo. Me parece imposible mantener mis propósitos siquiera unos
meses."
Ideas semejantes a estas atormentan con frecuencia la mente de muchas
personas, que sufren la angustia de comprobar que son muy poco dueñas
de sí mismas, que apenas logran tomar las riendas de su existencia. Son
personalidades un poco flojas, flácidas. Se encuentran enganchadas a la
televisión, pesan diez kilos de más, han intentado ya quince veces
dejar de fumar, les cuesta una barbaridad levantarse de la cama o de su
sillón, apenas prestan atención a nada que exija pensar un poco y,
junto a eso, sienten un aburrimiento que les abruma.
¿Cómo puede combatirse esa situación? Lo mejor es prevenirla, si es
posible, llevando una vida de cierta exigencia. Ya hemos hablado de los
males que tienen su origen en la vida fácil: mediocridad, pereza, falta
de dominio sobre uno mismo. Uno de los mayores riesgos del exceso de
bienestar es que, como la experiencia nos enseña, muchos terminan
quedando bastante dominados por él, pues no es difícil que la seducción
de una vida excesivamente cómoda haga que los hombres perdamos a veces
un poco esa libertad interior, ese necesario señorío sobre nosotros
mismos, convirtiéndonos en esclavos de esas comodidades.
No quiere esto decir que la formación deba conducir a una crispada
lucha contra el bienestar, pero las circunstancias reales en que se
mueve el hombre hacen necesario insistir en la necesidad de la
templanza, en el dominio de uno mismo, en saber poner límites a las
desmesuradas exigencias de nuestras apetencias personales. La templanza
es muy importante para evitar que el bienestar se revuelva contra el
hombre, apartándolo de los valores superiores que está llamado a
alcanzar.
La templanza es señorío sobre uno mismo. Con ella el hombre aprende a
prescindir de lo que le produce un daño, y con el tiempo advierte que
el sacrificio es sólo aparente: porque al vivir así, con sacrificio, se
libra de muchas esclavitudes.
La lucha y el sufrimiento -como apunta Enrique Monasterio- son peajes
inevitables en el camino de nuestra vida, y para ser feliz es
indispensable perderles un poco el miedo. La felicidad, o el amor, no
son simples fenómenos químicos de escasa duración, sino que exigen
siempre un compromiso y un sacrificio mantenidos. Quien pretende
ingenuamente eludirlos, sólo logra alejarse de la felicidad, sólo
encuentra pequeños placeres, cada día menos intensos y más frustrantes,
porque, queramos o no, el paladar -y lo digo en sentido amplio- también
se desgasta.
Como decía Ortega, mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no
puede desintegrarse, el hombre vive en riesgo permanente de
deshumanizarse. Y buena parte de ese riesgo de deshumanización proviene
de la pérdida de libertad interior, casi siempre más grave que la
privación de la libertad física.
Y es más grave sobre todo por sus efectos, pero también por la
facilidad con que pasan inadvertidos. Los peligros que nos acechan para
desposeernos de la libertad interior suelen ser bastante solapados,
difíciles de descubrir.
Se producen -como ha señalado José Antonio Ibáñez-Martín- cuando se
impide que la acción pase por el tamiz de la deliberación, de la
reflexión, de manera que se insta a actuar de modo instintivo más que
racional; cuando una persona queda esclavizada por sus propias
pasiones, inmersa en el error o atenazada por la ignorancia.
Esto es lo que sucede cuando se busca conseguir en las personas unas
respuestas determinadas, manipulando para ello las diversas pasiones
humanas. Por ejemplo, cuando se busca exacerbar el impulso sexual, o la
pasión por el juego, la bebida o la droga, con objeto de desencadenar
de modo compulsivo esas fuerzas para provecho de quien lo induce; o
cuando se trata al hombre como una mera afectividad a captar, y para
ello se le engaña con un inexistente cariño, o mediante la seducción o
el miedo; o cuando se fomentan sentimientos de egoísmo, odio, venganza,
etc.
Es importante estar prevenidos ante esos posibles errores. El
inmoderado afán de placer y de satisfacción causa una angustiada
atención al yo, que destruye precisamente lo que anhela. Kierkegaard
decía que la puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que
retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez
más.
Hola (xxxxxx),
Lo que me dices es por falta de confianza en uno mismo. Existen
personas tienen miedo al fracaso. Están agarrotadas por el miedo.
Tienen que relajarse y no temer el fracaso. Hay que decirles: Lo
importante no es si habéis ganado o perdido, sino si habéis disfrutado
jugando o habéis tenido miedo. Tenéis que tratar el miedo y lo
paralizante que esté resulta. El miedo consume los recursos vitales y
nos hace hacer mal las cosas. No tenemos que estar obsesionados con el
logro, con el éxito. Eso es problema de nuestra sociedad (es un fallo
cultural). Tenemos que decirles. Tu INTÉNTALO hacer lo mejor posible,
sin miedo. Da igual si ganamos o perdemos.
Que cada uno explique a los demás de qué tiene miedo, que compartan sus
miedos y que analicen lo ridículo que resultan algunos de ellos. Que
aprendan a comunicarse sus miedos. Si alguno pierde la concentración de
pensar en positivo y cae en el miedo, que busque la ayuda de alguna
amiga para que le ayuden.
Que cada uno aprenda a pensar más en positivo que en negativo. Que
traten y se comuniquen las cosas buenas que tienen. Si se tienen
confianza entre sí, verán que tienen ya un punto ganado para ser más
felices. Han expuesto el problema. Ahora tienen que tratar entre todos
soluciones que vayan MEJORANDO POCO A POCO las carencias encontradas.
TODAS LAS PERSONA TIENEN ALGÚN PROBLEMA que resolver. Nadie es
perfecto. Lo importante es la COMUNICACIÓN y la creencia absoluta de
que podemos mejorar la situación inicial si ponemos esfuerzo y
voluntad.
Te paso algunas ideas sobre VOLUNTAD que he tomado de
www.interrogantes.net Es una página que está muy bien y que tiene
muchos contenidos interesantes sobre la educación y las relaciones
humanas.
Un cordial saludo con mis mejores deseos para tu felicidad.
Fortalecer la voluntad
Todos sabemos de la importancia de la fuerza de voluntad para formar el
carácter. El asunto es ¿qué hacen, o qué hacemos, los que hemos nacido
con menos voluntad?
La voluntad crece con su ejercicio continuado y cuando se va entrenando
en direcciones determinadas. Y eso sólo se logra venciendo en la lucha
que -queramos o no- vamos librando de día en día.
Esta consolidación de la voluntad admite una sencilla comparación con
la fortaleza física: unos tienen de natural más fuerza de voluntad que
otros; pero sobre todo influye la educación que se ha recibido y el
entrenamiento que uno haga.
Una voluntad recia no se consigue de la noche a la mañana. Hay que
seguir una tabla de ejercicios para fortalecer los músculos de la
voluntad, haciendo ejercicios repetidos, y que supongan esfuerzo. ¿Una
tabla? Sí, y si esos ejercicios no suponen esfuerzo son inútiles. Ahora
hago esto porque es mi deber; y ahora esto otro, aunque no me apetece,
para agradar a esa persona que trabaja conmigo; y en casa cederé en ese
capricho o en esa manía, en favor de los gustos de quienes conviven
conmigo; y evitaré aquella mala costumbre que no me gustaría ver en los
míos; y me propongo luchar contra ese egoísmo de fondo para ocuparme de
aquél; y superar la pereza que me lleva a abandonarme en mi preparación
profesional, mi formación cultural o mi práctica religiosa.
Sin dejar esa tabla a la primera de cambio, pensando que no tiene
importancia. Ejercítate cada día en vencerte, aunque sea en cosas muy
pequeñas. Recuerda aquello de que por un clavo se perdió una herradura,
por una herradura un caballo, por un caballo un caballero, por un
caballero una batalla, por una batalla un ejército, por un ejército...
Con constancia y tenacidad, con la mirada en el objetivo que nos lleva
a seguir esa tabla. Porque, ¿qué se puede hacer, si no, con una persona
cuyo drama sea ya simplemente el hecho de levantarse en punto cada
mañana, o estudiar esas pocas horas que se había propuesto? ¿Qué
soporte de reciedumbre humana tendrá para cuando haya de tomar
decisiones costosas?
Y en la educación, los padres y profesores deben alabar más el esfuerzo
y elogiar menos las dotes intelectuales, pues lo primero produce
estímulo, pero lo segundo sólo vanidad. Además, muchas veces las
grandes cabezas, ésas que apenas tuvieron que hacer nada para superar
holgadamente sus primeros estudios, acaban luego fracasando porque no
aprendieron a esforzarse. Y quizá aquel otro, menos brillante, que se
llevaba tantos reproches y que era objeto de odiosas comparaciones con
su hermano o su primo o su vecino listo, gracias a su afán de
superación acaba haciendo frente con mayor ventaja a las dificultades
habituales de la vida.
Dominio de uno mismo
"Ayer comencé, por quinta vez en este año, un nuevo régimen de comidas.
Sé que tengo que perder peso, y estoy empeñado en lograrlo. Me leo todo
lo que encuentro sobre este tema. Me mentalizo. Pienso que voy a
lograrlo. Pero todas las veces me pasa igual. A las pocas semanas me
vengo abajo. Me parece imposible mantener mis propósitos siquiera unos
meses."
Ideas semejantes a estas atormentan con frecuencia la mente de muchas
personas, que sufren la angustia de comprobar que son muy poco dueñas
de sí mismas, que apenas logran tomar las riendas de su existencia. Son
personalidades un poco flojas, flácidas. Se encuentran enganchadas a la
televisión, pesan diez kilos de más, han intentado ya quince veces
dejar de fumar, les cuesta una barbaridad levantarse de la cama o de su
sillón, apenas prestan atención a nada que exija pensar un poco y,
junto a eso, sienten un aburrimiento que les abruma.
¿Cómo puede combatirse esa situación? Lo mejor es prevenirla, si es
posible, llevando una vida de cierta exigencia. Ya hemos hablado de los
males que tienen su origen en la vida fácil: mediocridad, pereza, falta
de dominio sobre uno mismo. Uno de los mayores riesgos del exceso de
bienestar es que, como la experiencia nos enseña, muchos terminan
quedando bastante dominados por él, pues no es difícil que la seducción
de una vida excesivamente cómoda haga que los hombres perdamos a veces
un poco esa libertad interior, ese necesario señorío sobre nosotros
mismos, convirtiéndonos en esclavos de esas comodidades.
No quiere esto decir que la formación deba conducir a una crispada
lucha contra el bienestar, pero las circunstancias reales en que se
mueve el hombre hacen necesario insistir en la necesidad de la
templanza, en el dominio de uno mismo, en saber poner límites a las
desmesuradas exigencias de nuestras apetencias personales. La templanza
es muy importante para evitar que el bienestar se revuelva contra el
hombre, apartándolo de los valores superiores que está llamado a
alcanzar.
La templanza es señorío sobre uno mismo. Con ella el hombre aprende a
prescindir de lo que le produce un daño, y con el tiempo advierte que
el sacrificio es sólo aparente: porque al vivir así, con sacrificio, se
libra de muchas esclavitudes.
La lucha y el sufrimiento -como apunta Enrique Monasterio- son peajes
inevitables en el camino de nuestra vida, y para ser feliz es
indispensable perderles un poco el miedo. La felicidad, o el amor, no
son simples fenómenos químicos de escasa duración, sino que exigen
siempre un compromiso y un sacrificio mantenidos. Quien pretende
ingenuamente eludirlos, sólo logra alejarse de la felicidad, sólo
encuentra pequeños placeres, cada día menos intensos y más frustrantes,
porque, queramos o no, el paladar -y lo digo en sentido amplio- también
se desgasta.
Como decía Ortega, mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no
puede desintegrarse, el hombre vive en riesgo permanente de
deshumanizarse. Y buena parte de ese riesgo de deshumanización proviene
de la pérdida de libertad interior, casi siempre más grave que la
privación de la libertad física.
Y es más grave sobre todo por sus efectos, pero también por la
facilidad con que pasan inadvertidos. Los peligros que nos acechan para
desposeernos de la libertad interior suelen ser bastante solapados,
difíciles de descubrir.
Se producen -como ha señalado José Antonio Ibáñez-Martín- cuando se
impide que la acción pase por el tamiz de la deliberación, de la
reflexión, de manera que se insta a actuar de modo instintivo más que
racional; cuando una persona queda esclavizada por sus propias
pasiones, inmersa en el error o atenazada por la ignorancia.
Esto es lo que sucede cuando se busca conseguir en las personas unas
respuestas determinadas, manipulando para ello las diversas pasiones
humanas. Por ejemplo, cuando se busca exacerbar el impulso sexual, o la
pasión por el juego, la bebida o la droga, con objeto de desencadenar
de modo compulsivo esas fuerzas para provecho de quien lo induce; o
cuando se trata al hombre como una mera afectividad a captar, y para
ello se le engaña con un inexistente cariño, o mediante la seducción o
el miedo; o cuando se fomentan sentimientos de egoísmo, odio, venganza,
etc.
Es importante estar prevenidos ante esos posibles errores. El
inmoderado afán de placer y de satisfacción causa una angustiada
atención al yo, que destruye precisamente lo que anhela. Kierkegaard
decía que la puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que
retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez
más.

Añade tu respuesta

Haz clic para o

Más respuestas relacionadas