Buspirona y ansiedad

Mi problema es que tengo problemas digestivos (ardores, nauseas, malas digestiones...) y que parece que son de causa psíquica. Mi calidad de vida no es muy buena, la verdad.
Llevo en tratamiento psiquiátrico cerca de dos años, habiendo tomado casi de todo (rexer, lexatin, tranquimazin, prozac, sedotime, dogmatil, deanxit, anafranil...).
En general he notado una ligera mejoría, pero los efectos secundarios (mucha somnolencia y sobre todo problemas sexuales...) hacen que tenga que abandonar los tratamientos.
He oído hablar de la buspirona, que parece no tener tantos efectos secundarios.
¿Sería bueno para mi problema empezar a tomar este medicamento? ¿Es realmente efectivo o su eficacia es menor que lo que yo he tomado?

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La buspirona, en las patologías en las que tiene aprobada su indicación, entre ellas el Trastorno por ansiedad generalizada, se considera en general de menos eficacia que las benzodiacepinas. El porcentaje de respuesta beneficiosa es menor, sobre todo en aquellos que previamente han estado en tratamiento con benzodiacepinas. Además el efecto no es inmediato sino que el inicio de la respuesta terapéutica suele retrasarse unas 2, 3 semanas.
La mayor ventaja que se le atribuye a la buspirona sobre las benzodiacepinas sería su falta de somnolencia (no tiene tampoco efecto hipnótico), y la no producción de dependencia ni posible abstinencia (lo cual puede ser útil en aquellos trastornos en los que se prevé un tratamiento prolongado). Con respecto a los efectos sexuales, si bien pueden tener lugar durante el tratamiento con benzodiacepinas, no están descritos con el tratamiento de buspirona.
De todas formas, lo que refieres, con respecto a lo que te ocurre, parece tratarse de una somatización. Por lo que cuentas, podría estar encuadrado en las Clasificaciones dentro de "Trastorno somatoforme indiferenciado". El nombre es lo de menos, pero significaría fundamentalmente que no cumple criterios, no tiene tanta sintomatología como el llamado "Trastorno somatoforme", y sí se trataría de unas manifestaciones físicas no explicadas, según refieres, por enfermedad física alguna y que producen un malestar clínico significativo y de duración al menos de 6 meses.
En las somatizaciones no está especialmente indicado un tratamiento farmacológico aunque pueda estar indicado en algunos casos y preferiblemente de forma puntual.
Si realmente tu médico cree que necesitas un tratamiento farmacológico en este momento, pienso que no perderías nada, si a tu médico le parece bien, por intentar un tratamiento con buspirona, pero en cualquier caso te aconsejaría nunca tomártelo como único tratamiento. También puedes buscar directamente el tratamiento psicoterapéutico. Pienso que ya tienes adelantado terreno por reconocer el origen psicológico de lo que te ocurre, si es eso lo que han considerado los médicos que te han evaluado.
Te envío unos folios que podrían venirte bien.
Un saludo,
Ana Vázquez
[email protected]
Actitudes saludables:
En la salud mental intervienen múltiples factores. No todos son conocidos ni susceptibles de tratamiento. Dentro de los factores cuyo tratamiento está a nuestro alcance están las actitudes de vida de la persona.
El ejercicio de unas actitudes de vida sanas puede curar por sí solo el malestar de una persona o bien, en el caso de existir una enfermedad, puede colaborar beneficiosamente en su evolución o en cómo uno se adapta a la misma. En cualquier caso favorece la salud y el desarrollo óptimo de las cualidades de la persona.
Estos folios pretenden servir de reflexión sobre las actitudes de vida que tenemos y que queremos tener.
Dentro de las actitudes sanas tenemos:
1.Sentirse responsable de la propia vida:
Hay una cosa que sí depende de nosotros y es hacer lo máximo con las cualidades, limitaciones y circunstancias que tenemos. Uno no lo puede todo pero puede sacar el máximo rendimiento a sus cualidades y circunstancias y esto sólo se logra cuando la buena intención hacia los demás (incluyendo a todo el mundo) se antepone a los intereses particulares. Esto permite adaptarse de la mejor manera y encontrarle un sentido a cualquier circunstancia externa por adversa que parezca cuando el objetivo no es uno mismo ni los suyos sino que es el mundo.
Hay que ser consciente de la responsabilidad que cada uno tiene en el aprovechamiento de su propia vida. Una persona adulta no es sano que crea que depende de las circunstancias externas (que se crea indefenso frente a las circunstancias o, lo que es lo mismo, irresponsable de su vida). Sentirse responsable de la vida no es lograr unos determinados resultados sino que es hacer lo máximo con lo que uno tiene.
Ser consciente cada uno de que de él depende directamente lo que él haga y a él corresponde decidir cómo afronta la vida en general y cómo decide responder ante cada situación. Sería una osadía pretender controlar todo lo que sucede en el mundo, pero hay una cosa que sí depende de cada uno y es ejercitar al máximo la propia conducta.
2. En relación con lo anterior: El mayor daño o el mayor bien nos lo hacemos nosotros a nosotros mismos.
El mal fundamental no viene de fuera sino de dentro, de dejar de hacer aquello que podríamos hacer de bueno, pero lo dejamos de hacer porque pensamos que no nos interesa personalmente a nosotros.
Muchas personas pueden decir: "eso no lo hago porque no sirve de nada". Si se tiene una intención generosa sí sirve. Lo que no garantiza efectivamente una acción es el logro de un beneficio particular concreto (sí garantiza, como cualquier acción desinteresada, un bien real de la persona). Por el contrario, todo el mundo sabe que el que quiere hacer algo se complica, pero hay que saber que la complicación que viniera por esta vía sería una complicación de la buena, al contrario que la complicación secundaria a una mala acción.
3. Como objetivo global de vida es más sano tener la intención de hacer lo máximo que uno pueda por la sociedad, que tener la intención de beneficiarse a uno mismo o a los suyos.
Curiosamente cuando uno piensa en hacer algo de forma generosa por la sociedad hace lo máximo por su familia ya que le transmite esa generosidad. El que sólo piensa en los suyos le hace el peor de los daños, los educa en el egoísmo, es decir, los maleduca, luego no podrá sorprenderse de que el egoísmo del familiar adopte una forma diferente al propio.
El amor a la familia lo da la naturaleza, pero la calidad de amor a la familia lo da la calidad de la propia vida. Si una familia se encamina como objetivo de vida al bien de los suyos querrá a su familia, pero no se encaminará a su auténtico bien sino que se encaminará a bienes más superficiales o lo educará en formas de vida también interesadas que no le guían bien. Así puede encaminarse por ejemplo a que no les falte de nada y hacia que estén cómodos o a que también trabajen para ellos mismos. Si una persona antepone el bien de los suyos al bien común hace daño a los suyos y a sí mismo.
Una actuación desinteresada de los intereses particulares es claramente ventajosa. Favorece una mente más creativa y capaz, se produce un mayor desarrollo de las cualidades y superación de limitaciones, produce tranquilidad, pasos seguros, no da lugar a arrepentimientos innecesarios, ya no se cae el mundo en un día ante una contrariedad externa, por dolorosa que sea y se es mucho más eficaz.
La elección de un camino no sería más que elegir donde se pone la seguridad. La seguridad se puede poner en lo sólido, en lo que uno va haciendo con la mejor intención, lo cual permite adaptarse de la mejor manera a cualquier situación que pueda traer la vida, o bien se puede poner en la obtención de unos resultados concretos, los cuales no dependen completamente o directamente de nosotros.
Tenemos unas necesidades materiales pero éstas no nos sirven como enfoque o dirección vital. Con una dirección vital mucho más generosa sería improbable que quedasen las necesidades materiales sin cubrir además de cubrir este enfoque más generoso otros muchos aspectos esenciales de la persona, los cuales quedarían sin cubrir con un enfoque hacia lo material.
La verdadera autoestima debería basarse no en tener muchas cualidades sino en el hecho de hacer lo máximo con lo que uno tiene (y lo máximo se hace con la mejor de las intenciones).
4. Ante cualquier situación en la que nos encontremos: tener un objetivo constructivo, de mejorar lo que vemos. Que vaya pesando la buena intención sobre el beneficio particular. Si hacemos lo máximo que podamos por todos los implicados beneficiaremos y nos beneficiaremos realmente. Si buscamos nuestro bien y actuamos con el único objetivo de defendernos no seremos eficaces, nos perjudicaremos al privarnos de haber hecho lo que podríamos haber hecho además de poder sufrir las consecuencias de nuestra indiferencia (que es una agresión). El único beneficio que obtendremos con una actitud defensiva será superficial (comodidad, imagen, aparente seguridad) y no real, y en definitiva nos perjudicaremos.
Si una persona hace algo que no está bien, no podemos juzgarla, ya que no sabemos las oportunidades que ha tenido al respecto. El tener buena intención de mejorar a la otra persona desde como esté, facilita el intentar comprenderla y ayudarla.
5. Para conseguir un bien real, nuestra buena intención tiene que ser hacia todas las personas, sin excluir a ninguna ni ponerse de parte exclusiva de nadie. La única forma de ponerse realmente de parte de alguien, es ponerse de parte de todo el mundo. Si nos ponemos de parte sólo de una persona o grupo de personas, nos encaminaremos a su bien superficial. Si nos ponemos de parte de todo el mundo intentaremos dar a cada uno aquello que realmente necesita. Por supuesto esta actitud no es incompatible con dedicarse uno en exclusiva a un asunto, ya sea por cualidades personales por ejemplo, pero siempre sin perder la visión general y contando con derivar a las otras personas a la ayuda que necesitan. No se le hace ningún bien a nadie fomentando su odio a otra persona y dejándola con sensación de indefensión frente a las circunstancias. Se trata de beneficiar realmente a los otros, no de dejarlos complacidos superficialmente, lo cual es muy distinto, y habla más bien de un egoísmo y falta de visión personales.
6. Hay que depurar la intención constantemente. Partir de reconocer la complejidad de los intereses particulares por los que nos guiamos en principio. Hacer que vaya pesando la obtención de un bien real y generoso sobre nuestros intereses. Quien no es consciente de esto, es fácil que se deje llevar por sus propios intereses, ya sean conscientes o inconscientes.
Los intereses que podrían desviar nuestra conducta de un objetivo constructivo serían, además del beneficio económico, una necesidad de gratificación, halago o buena imagen o una necesidad de garantizar unos resultados al cien por cien, sin contar con la libertar de la persona.
La validez de una conducta no depende de unos determinados resultados sino más bien de la intención, por supuesto depurada, que la ha guiado.
7. Pasos buenos: con un buen objetivo no todo vale. Yo le recomendaría a alguien que quiera empezar con este nuevo objetivo de hacer algo por los demás, que descarte lo malo ya que la conciencia puede estar muy deformada (y el tipo de soluciones se verá según lo que uno viva). Así yo le recomendaría descartar en principio lo malo y lo ilegal (de alguna forma también conduce a solucionar de forma única el propio problema): la agresión, la mentira. Si se va uno encaminando a hacer el máximo bien con su vida y va depurando la intención sin duda verá la solución de las cosas de forma muy diferente.
8. Una vez se haya hecho lo máximo con la mejor intención, hay que confiar en que se obtendrán los mejores resultados aunque no sean los que hubieran apetecido (por buenos que pareciesen ser). Pase lo que pase hay que persistir en el mismo método: la mejor intención y pasos buenos en sí mismos. No sería deseable cambiar de método para lograr unos determinados resultados ya que no es lograr un resultado aparentemente bueno sea como sea. Si uno se obsesiona con la obtención de un determinado resultado es que ahí hay un interés particular y no general (y el interés particular como objetivo imprescindible siempre nos llevará a bienes superficiales y no reales). No es sano no aceptar las cosas como son y saber que uno no lo puede todo sino que puede situarse frente a ellas de la forma más constructiva. Si se está educando a otras personas, tener en cuenta que lo que da estabilidad a la conducta es la convicción, creer en lo bueno pase lo que pase y no sólo cuando se obtenga una gratificación con ello.
9. Hay que creer en lo bueno pase lo que pase, aunque esto traiga lo que parecerían perjuicios personales. El que sólo actúa aparentemente bien mientras obtiene una gratificación o mientras no se complica personalmente en absoluto con algún posible perjuicio o incomodidad, no cree en lo bueno, y sin duda no hace todo lo que puede.
10. Si una persona quiere mejorar sus actitudes tiene que comenzar a hacerlo desde la situación en la que se encuentra. La espera a que cambien las circunstancias externas para cambiar uno es un engaño a uno mismo.
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