¿Es normal este abuelo?

¿Es normal que un abuelo acaricie a sus nietas pequeñas en sus zonas genitales? Ya lo he observado en varias ocasiones y no me gusta nada, no quiero por otra parte montar un numerito ya que es mi suegro, a mi marido no le he dicho nada, pero quiero solucionarlo de algún modo. A veces pienso que quizá soy yo la que tengo el problema, pues sufrí ciertos acosos sexuales de pequeña. Pero de todos modos, no me gustan estos "jueguecitos" con mis hijas, le ruego me aconseje en que sentido debo solucionar este problema con delicadeza.
Gracias
Respuesta
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Desde luego eso no es normal. Lo normal viene de "norma" y la norma dice que hay que respetar la intimidad de las otras personas, y más todavía si son menores. Por desgracia, es más corriente de lo que debiera los abusos sexuales a menores. La mayoría de las veces, esos abusos provienen de los familiares más cercanos, abuelos, primos, tíos, incluso ¡Padres!, etc.
Tu como madre tienes no sólo el derecho, sino incluso el deber de defender a tus hijas menores en su integridad física y moral de quién sea, incluso de tu suegro. No se si lo hace con intención o de buena fe pero es igual. Tu dile a tu marido lo que has observado y que no te gusta en cualquier caso. Que tu marido le diga a su padre que no acaricie tanto a las niñas o que sea más respetuoso con el pudor de sus nietas. Dile a tu marido que o se lo dice él o se lo dirás tu, con respeto, pero también claramente y con firmeza.
No hay que acusar al suegro de nada. Sólo Dios conoce la intención con que lo hace, pero decirle que no os gusta eso por4que se puede demostrar el cariño de otras formas más pudorosas y educadas.
Te paso un escrito sobre el pudor que he encontrado en www.interrogantes.net. Esta es una página que te recomiendo que visites, pues tiene muchos consejos muy útiles sobre la familia y las relaciones personales. También está muy bien www.catholic.net y www.arvo.net que tiene enlaces a expertos muy interesantes.
Una excesiva visibilidad acaba por hacer opaca a una persona o una situación. El pudor es el signo indeleble de la dignidad de toda persona
Elogio del Pudor
El desenfado para hablar de lo íntimo y personal, la frivolidad y la desvergüenza, campean a sus anchas en los programas radiales y televisivos. Se exagera el valor moral de esta nueva franqueza. Se sostiene que lo no espontáneo es falso, calculador e hipócrita. Si a esta lógica unimos la muy en boga moral de la autenticidad, resultará que lo reflexivo y voluntario será siempre hipócrita y falso. Resulta arriesgado hablar hoy del pudor cuando la sociedad hace gala de haberlo superado y predomina la retórica de la explicitación total, el decirlo todo y a voz en grito. ¿Es el pudor algo obsoleto y prescindible, o más bien un valor siempre necesario, tanto personal como socialmente? No ha transcurrido mucho tiempo de cuando el pudor era algo vivo y operativo en el tejido social. Muchos recuerdan sus manifestaciones en todos los niveles: vestido, espectáculos, lenguaje, tono de las relaciones personales, etc.
Max Scheler, el entonces Karol Wojtyla, Giuseppe Savagnone, Jacinto Choza, por citar algunos estudios conocidos, han mostrado la profundidad antropológica del pudor. Choza en su ensayo "La supresión del pudor" lo considera como la tendencia y el hábito de conservar la propia intimidad a cubierto de los extraños. Así se dice que una persona carece de pudor cuando manifiesta en público situaciones afectivas o sucesos autobiográficos íntimos. Es que la intimidad puede quedar protegida o desamparada en función del lenguaje, del vestido y de la vivienda. Se da una proyección espacial de la propia intimidad en la casa y en la propia habitación. Y el cuerpo, si bien no es la proyección espacial de la intimidad tampoco es algo meramente neutro y yuxtapuesto, puesto que yo soy también mi propio cuerpo. El pudor más que natural o cultural es estricta y genuinamente personal: "el pudor es el modo como una persona se posee a sí misma y se entrega a otra concreta".
Pero hoy muchos consideran obsesiva y malsana toda discreción a la hora de vestir o de manifestar los propios deseos o impulsos. Sin embargo, una manifestación exagerada o indiscreta puede ocultar lo esencial. Una excesiva visibilidad acaba por hacer opaca a una persona o una situación. Es como si la auténtica personalidad quedase por completo oscurecida precisamente por la luz de los reflectores que les enfocan sin cesar. Máscaras vacías, tras lo cual no hay ningún rostro. Hay modos de exhibición de la realidad personal que en vez de desvelar un sentido acaban por banalizarlo y ocultar su verdad profunda. Mecánica fatal que reduce el sujeto a objeto, las personas a cosas.
Hoy existe una obsesión por "sacar a la luz", por "revelar", por "hacer al fin público" realidades que requerirían una saludable penumbra para poder sostener, hasta en lo malo, la propia dignidad. Pareciera que no hay perversión, retorcimiento o vicio que no requiriera ser expuesto al público, desdramatizado y homologado. Cuando George Orwell acuñó la expresión "El Gran Hermano" en su novela 1984, quería subrayar lo espantoso de un régimen totalitario que aplasta a las personas al someterlas a un despiadado control visual. Ahora el reality ha creado, bajo la forma de espectáculo, un pequeño campo de concentración en donde las personas se despojan de toda intimidad, y reducidas al rango de ratón de laboratorio, son objeto de incesante observación dentro de una caja de cristal transparente. Flujos íntimos y conversaciones triviales obtienen un éxito masivo. Lejos de constituir el último tabú de una mentalidad superada, el pudor es el signo indeleble de la dignidad de toda persona.
Educación sexual en plenitud
Dominar y ser señor de la propia sexualidad, gobernándola con amor, para entregarla a otra persona, a través de una donación comprometida
Educar es promover el desarrollo de una persona para que alcance un cierto nivel de conocimientos teóricos, que le lleven poco a poco a una actitud práctica que le conduzca a su mayor bien posible. Vemos que consta ésta de una dimensión teórica y de otra práctica.
Toda educación es como una labor de orfebrería: labrar a golpe de martillo y de cincel, para sacar del material con que se cuenta lo mejor. La educación debe estar presente a todo lo largo de la vida; pero la educación integral tiene su punto de partida en la infancia y en la adolescencia.
¿Cuáles son los principales elementos de la educación?:
Podemos resumirlos así: en primer lugar el tema específico de que se trate (hay educación física, psicológica, artística, para el tenis, el golf, el inglés, las artes marciales y un larguísimo etcétera); después está la figura del educador que tendrá una enorme trascendencia, la motivación que se ponga en juego, el amor con que se enseñe esa materia y la disciplina que será necesaria para que ésta se vaya consolidando y no sea flor de un día. Enseguida entraremos en cada uno de ellos.
La educación sexual consiste en la consecución de un conocimiento adecuado de lo que es la sexualidad, que va desde su desarrollo hasta la culminación del encuentro físico entre un hombre y una mujer, que apunta hacia la madurez psicológica y la plenitud de la persona, en el marco de lo que debe ser la dignidad humana. Ese conocimiento no descuida ningún aspecto del hombre: va de la anatomía al plano físico, de los aspectos psicológicos a los sociales y culturales, pasando por el terreno espiritual y el entorno en donde ésta se desarrolla o las etapas evolutivas que ésta va a tener.
Educación plena, completa, integral. Ahí quedan convocados todos sus ingredientes. La gran tarea del educador es proponer unos fines concretos, haciéndolos sugerentes y atractivos, aunque en un principio sean costosos y se presenten como una cuesta empinada. Todo lo grande del hombre, de hijo del esfuerzo y la renuncia.
El éxito de la educación consiste en proporcionar un conocimiento equilibrado de uno mismo y de la realidad, promoviendo una adecuada jerarquía de valores. La educación sexual fracasa cuando sólo es información técnica y cuando hay un claro desajuste o una falta de armonía en lo que se enseña. No hay verdadero progreso humano si éste no se realiza con un fondo moral.
Por tanto, una buena educación de la sexualidad se dirige a conocer y disponer adecuadamente de la propia vida sexual, siendo capaz de pilotarla hacia el mejor desarrollo personal. Su meta es la integración de estas tendencias en una personalidad cada vez más madura, de modo todos los impulsos sexuales se encaucen de forma ordenada y enriquecedora.
A los niños hay que iniciarlos a medida que avanza su edad. Son explicaciones sencillas y conformes a su psicología, pero sin falsear la verdad. Sabiendo servirla como algo normal, natural, positivo.
En la adolescencia sugerimos a los padres la postura de adelantarse y, así, ir trazando unos criterios que le ayuden a comprender lo que en esos momentos experimentan dentro de si. Cada caso necesitará una estrategia distinta. Siempre las formas elegantes y prudentes le darán al tema más calidad. En esta edad hay que huir de dos posturas negativas bastante habituales:
1) El rechazo radical y represivo, que nos hace volver a la época victoriana, jansenista, montanista o a un puritanismo de mal pronóstico; en todas esas concepciones late un no querer abordar la cuestión, un dejarla pasar de largo por diversos motivos;
2) La antropología, materialista (biologismo) reduce la visión del hombre a lo puramente material, no admitiendo las otras dimensiones (psicológica, espiritual y cultural); un ejemplo sería el pansexualismo. Ambas posturas son reduccionistas y ofrecen una visión estrecha del ser humano.
Educar en y para la libertad siempre es un riesgo. Pero es una tarea noble, que contribuye a introducirle a uno en la realidad y que pretende en último término desarrollar todas las estructuras de un individuo buscando su realización integral. Dominar y ser señor de la propia sexualidad, gobernándola con amor, para entregarla a otra persona, a través de una donación comprometida. Cuando no ocurre así, los impulsos sexuales van ganando terreno según su capricho, llegando a tiranizar la conducta, marcándole una línea obsesiva y machacona, que no libera al hombre, sino que lo rebaja. De ahí que amor y sexualidad formen conjunto recíproco: no se puede dar el uno sin el otro en la relación hombre-mujer
Si te gusta leer puedes hacerlo con el libro USTED PUEDE SANAR SU VIDA de Louise L. Hay (Editorial Urano). También si quieres un libro estupendo que te aclarará lo importante y lo superfluo de tu vida, lee PARA SALVARTE del P. Jorge Loring, sj. También cómprate algún libro de la Madre Teresa de Calcuta, y te enterarás de lo que es el amor. Puedes consultar sobre el P. Loring en www.arconet.es/loring. También te recomiendo que visites www.interrogantes.net y www.encuentra.com y consultes documentación sobre los jóvenes, los valores, la sexualidad, etc.
Muy completo y claro. Información muy valiosa en todos los sentidos, me ha ayudado mucho, no sólo por el problema presente sino para futuras cuestiones que se me vayan planteando. Muchísimas gracias.

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