Tengo varios días con diarreas, ¿Puedo tener vih?

Hola mi pregunta es ya tengo como casi un mes con diarrea todo lo que como me hace mal, aun no me hago una prueba de vih, porque tengo mucho temor, ya que tuve relaciones de riesgo, no tengo fiebres, solo la molestia de la diarrea, hace poco tome unas pastillas de ácido fólico y hierro, y en algo disminuyo, también tome antidiarreicos y no me pasa, la relación sexual de riesgo que tuve fue en el mes de diciembre del año pasado, no tengo otros síntomas, la chica con la que tuve relaciones se hizo la prueba de elisa pero salio negativo, pero tenia antecedentes de leucemia, ¿puede ser que este infectado con el vih? Le agradecería su respuesta

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Espero que con la información que voy a darte pueda convencerte de que te acerques a tu médico y de que te hagas las pruebas lo antes posible, ésto no quiere decir de que te esté diciendo de que hayas adquirido la enfermedad por el echo de la sintomatología que presentas y describes en tu carta, pero creo que si hay una mínima probabilidad vamos mejor a descartarla ¿no crees', quizás, simplemente sea una gastroenteritis aguda, gastritis, una infección alimentaria, o cólicos producidos por otras causas, pero quien sabe, es mejor prevenir, paso a explicarte lo que es el sida y todo su desarrollo:
El sida es una enfermedad infecciosa producida por
un virus, denominado VIH (Virus de la Inmunodeficiencia
Humana) que pertenece a la familia de los retrovirus,
un grupo caracterizado por su pequeño tamaño
y por poseer únicamente ARN en su material genético.
El virus fue descubierto y descrito en profundidad
años después de que se describiesen los
primeros casos de esta enfermedad. Y es precisamente
esta novedad una de las características que mejor
identifican al sida. Efectivamente, los primeros casos
se describieron entre la comunidad homosexual de
San Francisco
(Estados Unidos) a principios de los
años 80 cuando se observaron varios casos de
pacientes aquejados de un tipo de neumonía muy
rara hasta esos momentos.
La enfermedad que desarrollaban estos sujetos era típica
de pacientes inmunodeprimidos, es decir con sus
defensas muy bajas, algo que hasta entonces sólo
se veía en pacientes con cáncer y otras
patologías muy graves. ¿Por qué
entonces había una verdadera epidemia entre jóvenes
homosexuales aparentemente sanos?
Comenzó en aquel momento una búsqueda
Desenfrenada
por identificar al causante de este
Destrozo en los sistemas de defensa contra las infecciones
De estos pacientes. Sin entrar por el momento en mucho
Detalle sobre esta búsqueda, acabó identificándose
A un virus como el responsable del cuadro. Este microorganismo, denominado desde entonces VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) era un agente nuevo que parecía haber surgido en las selvas del África tropical. Los científicos descubrieron que, en realidad, se trataba de un virus típico de algunas especies de monos, a los que no les producía la muerte, pero que se había adaptado a sobrevivir dentro de los seres humanos en los que sí desencadenaba una enfermedad mortal que se denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
Lo que este nombre indica es que la enfermedad produce una alteración en el sistema inmune del paciente, un proceso que se adquiere a través de una infección, lo que lo diferencia de otras inmunodeficiencias conocidas hasta entonces y que son de origen congénito, es decir, que se heredan y trasmiten de padres a hijos.
Actualmente conocemos casi todo sobre el VIH, que ha pasado de ser un gran desconocido a convertirse en una estrella de la investigación mundial. Éste es quizás uno de los ejemplos paradigmáticos del potencial científico del ser humano. Con los recursos económicos adecuados -se han destinado miles de millones de euros a la investigación en este campo -, en menos de dos décadas se ha logrado describir una nueva enfermedad y saberlo casi todo de ella.
Quizás el hecho de que afecte generalmente a gente joven (dado que se transmite habitualmente por vía sexual), y a grandes celebridades del mundo del espectáculo y de las artes en sus primeras épocas, hizo que el esfuerzo realizado en investigación se viese facilitado en sus inicios por la presión de grupos muy influyentes en los países civilizados, como las comunidades de homosexuales, artistas e intelectuales. Esta presión de la opinión pública ha sido clave para la inversión de recursos económicos y la consecución de espectaculares avances en el conocimiento y manejo de esta enfermedad.
Sin embargo, el panorama es muy distinto en los países menos desarrollados como los de África, Asia o América Latina. El sida es en estas zonas del globo una verdadera amenaza para las generaciones futuras y se comporta como una epidemia similar a las sufridas por Europa a mediados del pasado milenio en forma de peste negra. La incorporación de los sofisticados tratamientos de que disponen los países avanzados a entornos más pobres no ha sido posible por el momento debido a motivos económicos y logísticos. Tampoco la prevención, fundamental para detener la epidemia, se ve favorecida por muchos patrones de comportamiento sexual que en estos países son muy difíciles de controlar. La infección de un ser humano por el VIH pone en marcha un proceso de destrucción de todo el sistema de defensas del individuo que, si no se trata, acaba matándole. Esta destrucción de las defensas del paciente es lenta -tarda meses o años -, pero inexorable.
El VIH ataca entre otros y de forma específica a los linfocitos CD4 que son unas de las células más importantes en el control de la infecciones y del desarrollo de tumores. Esta destrucción va reduciendo poco a poco el número de linfocitos CD4 del sujeto hasta que son insuficientes como para garantizar nuestra protección frente a las infecciones que nos atacan día a día y de las que un sujeto sano se defiende sin problemas.
Es entonces cuando la persona infectada empieza a mostrar síntomas de estar enfermo. Al principio, son infecciones sin importancia y otros problemas menores como alteraciones en la piel. Sin embargo, a medida que avanza la enfermedad el virus se multiplica sin cesar dentro del sujeto y destruye cada vez un número mayor de CD4 o linfocitos de defensa hasta aniquilarlos casi totalmente.
En ese momento el paciente está prácticamente indefenso frente a cualquier tipo de infección y tiene mayor facilidad que un sujeto sano para desarrollar tumores malignos. El sida progresa a partir de entonces a gran velocidad y aparecen de forma sucesiva y simultánea distintas infecciones y tumores que acaban por consumir y matar al enfermo.
Por tanto, puede decirse que el Síndrome de Inmunodeficiencia Humana o sida se caracteriza por un conjunto de enfermedades -generalmente infecciones-, que aparecen como consecuencia de la infección por un virus -VIH -, que destruye las defensas del sujeto hasta dejarle a merced de unas enfermedades infecciosas que en condiciones normales no aparecerían.
El virus del sida está presente en fluidos del paciente además de la sangre, tales como la saliva, el semen o las secreciones. Sólo cuando la concentración del virus es suficientemente elevada, como ocurre a veces con el semen o las secreciones vaginales, se produce la infección.
El problema del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es que raramente avisa cuando nos infecta. Esto quiere decir, ni más ni menos, que podemos ser contagiados sin percibir ningún síntoma que nos avise o, como mucho, sufrir un cuadro gripal, a veces leve como tantos otros que padecemos a lo largo del invierno. A partir de ahí, sin saberlo, estamos infectados con el virus del sida y podemos tardar meses o años en enterarnos.
El contagio del VIH se produce cuando el virus, presente en las secreciones corporales como el semen o las secreciones vaginales y en la sangre del paciente infectado, entra en nuestro torrente sanguíneo.
Es decir, el virus tiene que llegar a ponerse en contacto con nuestra sangre y circular por ella para poder infectarnos. En su forma de transmisión, el VIH es idéntico al virus de la hepatitis B y se comporta en la mayoría de los casos como una enfermedad de transmisión fundamentalmente sexual.
Las formas de contagio pueden resumirse en las siguientes:
Contacto por sangre_
Es el caso de las transfusiones sanguíneas de pacientes infectados a sujetos sanos. Este tipo de contagio se produjo en la década de los 80 cuando todavía no se conocía bien la enfermedad y menos aún éramos capaces de detectar el virus en la sangre de los donantes. En la actualidad, toda la sangre que se usa en transfusiones y otros productos derivados como plaquetas, plasma o leucocitos, son analizados sistemáticamente y es imposible que transmitan la infección por VIH.
Esta vía sanguínea es la que también contagia el virus en el caso de los sujetos adictos a drogas por vía intravenosa. Es decir, aquellos que comparten jeringuillas para administrarse las drogas (fundamentalmente heroína y derivados). En la actualidad, este modo de contagio ha disminuido mucho gracias a las campañas de administración gratuita de jeringuillas y a las modas, que también influyen sobre los hábitos de consumo de estupefacientes. En la actualidad, la cocaína (inhalada o fumada), las drogas de diseño e incluso los derivados de la heroína (fumados en forma de 'chinos'), han dejado obsoleta la imagen del heroinómano enganchado a una jeringuilla.
Contacto de líquidos por la sangre_
Como dijimos, el virus del sida está presente en fluidos del paciente además de la sangre, tales como la saliva, el semen o las secreciones. Sólo cuando la concentración del virus es suficientemente elevada, como ocurre a veces con el semen o las secreciones vaginales, se produce la infección.
Este contacto se produce fundamentalmente durante las relaciones sexuales en las que tanto el semen como las secreciones vaginales o la saliva pueden acceder a nuestra circulación sanguínea. Este contacto tiene lugar a través de pequeñas erosiones o heridas, incluso las que son diminutas y no apreciables a simple vista, que podamos tener en nuestros órganos sexuales -pene, vagina, región anal y rectal o bien en la boca-.
Por lo tanto, durante las relaciones sexuales con un sujeto infectado por el VIH, la existencia de heridas en la boca, la vagina, el pene o la zona anal y el recto pueden ser la puerta de entrada del virus. El preservativo o condón se ha convertido por el momento en la mejor arma para prevenir este tipo de transmisión.
El contagio por vía sexual es en estos momentos la primera causa de transmisión tanto en los países desarrollados como en el Tercer Mundo, donde la enfermedad ha adquirido tintes de epidemia apocalíptica.
En la actualidad, la vía rectal entre homosexuales ya no es la causa principal de contagio como ocurría en los años 80. Actualmente, el mayor número de casos se da por contacto heterosexual por vía vaginal. La consecuencia está clara, todos somos población de riesgo, sobre todo si, como hemos dicho, un sujeto puede estar infectado y no saberlo durante largo tiempo. En este período se convierte en una importante fuente de transmisión si, por ignorancia, no toma precauciones.
Transmisión de madre a hijo_
También denominada transmisión vertical, porque se produce durante el embarazo o gestación. Durante este período, la sangre de la madre infectada puede llegar a contactar con la del feto y transmitir el virus. Sin embargo, en general, la placenta actúa como un filtro eficaz y la mayoría de los contagios de este tipo se producen justo en el momento del parto. Es precisamente durante la fase expulsiva del mismo, es decir, cuando el recién nacido sale al exterior, en el momento en que existe un mayor riesgo de contacto de líquidos corporales, incluida la sangre, entre madre e hijo.
En la actualidad, el tratamiento materno durante los meses previos al parto disminuye muchísimo el riesgo de contagio al recién nacido. Sin embargo, en países pobres, donde no existen fármacos a disposición de la población, esta vía de contagio es muy importante y provoca gran mortalidad infantil.
¿Qué debo hacer si sospecho que puedo haberme contagiado?
La respuesta es fácil: debe evitar la angustia de la incertidumbre y hacerse un sencillo análisis que confirmará o descartará la infección. El análisis empleado en la detección sistemática o 'screening' del sida está a su alcance a través de su médico de cabecera y los resultados no tardarán demasiado tiempo en estar a su disposición.
En la actualidad, este análisis se realiza con una muestra de sangre del paciente. De ella se extrae el suero (por eso el análisis se llama serología), un líquido amarillento y denso que contiene todos las proteínas que circulan en la sangre.
La serología del sida no hace más que buscar la presencia de anticuerpos específicos contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en la sangre del sujeto. Cuando el resultado del primer análisis que se realiza en la consulta es positivo, se recurre siempre a un segundo análisis de confirmación del resultado. Es algo similar al contra-análisis que se realiza a los deportistas en caso de 'doping'.
Este segundo test es más sensible y sofisticado que el primero y su positividad hace definitivo el diagnóstico de infección por el VIH. Una vez que se recibe este resultado es aconsejable que el paciente se ponga en contacto con un especialista para planificar los pasos a seguir a partir de ese momento.
En un país como el nuestro con un excelente sistema sanitario público, el acceso a un especialista médico en el manejo y tratamiento de pacientes infectado por el VIH es relativamente fácil. Su médico de familia le pondrá en contacto con él. En la mayoría de hospitales de la red sanitaria pública existe una unidad para el manejo de esta enfermedad y, de no ser así, le pondrán en contacto con la más cercana.
A pesar de que el tratamiento y seguimiento de la infección VIH es todavía muy caro y sofisticado, nuestro sistema de salud garantiza un manejo acorde con las evidencias científicas más avanzadas de forma gratuita. Por eso, si es usted seropositivo no dude en contactar rápidamente con su médico. Los beneficios de un buen manejo de la enfermedad, incluso desde sus fases más tempranas, son incuestionables y está demostrado que el abandono y la táctica del avestruz, que intenta no asumir la realidad, conducen invariablemente a la muerte.
El VIH o virus del sida se caracteriza por su lenta progresión. Esto quiere decir que actúa tremendamente despacio hasta conseguir ponernos enfermos.
Cuando nos contagiamos por primera vez, se produce un cuadro clínico muy poco específico, parecido a una gripe común. Podemos sufrir fiebre, malestar general, dolores musculares y en general unos síntomas muy similares a los del popular 'trancazo', que desaparece espontáneamente en unos días.
Pero el mal ya esta hecho, el virus ha penetrado en nuestro organismo e irá minando poco a poco nuestro sistema de defensas contra las infecciones. Este ataque del VIH se produce a lo largo de meses, o incluso años, y durante este período somos capaces de llevar una vida totalmente normal sin notar ningún síntoma.
Sin embargo, llega un momento en que nuestras defensas han disminuido tanto que empezamos a no ser capaces de enfrentarnos a infecciones u otros procesos, que serían poco importantes para sujetos sanos.
El tiempo que tarda el virus en conseguir que nos pongamos enfermos es muy variable, y puede oscilar desde los pocos meses hasta años, aunque la media está en torno a los tres o cuatro años.
A partir de ese momento, las patologías que el paciente desarrolla van en función del grado de deterioro de sus defensas. Inicialmente, aparecen lesiones cutáneas como dermatitis seborreica, inapetencia, pérdida de peso o diarrea. Incluso algunas infecciones que puedan estar dormidas o controladas por las defensas del paciente pueden reaparecer. Es el caso de la tuberculosis, una de las primeras infecciones que desarrollan muchos pacientes.
Si la enfermedad avanza porque el paciente no recibe tratamiento contra el virus, empiezan a aparecer las primeras infecciones: neumonías por agentes poco frecuentes, gastrointestinales que producen diarrea crónica y mayor pérdida de peso y, en general, un comportamiento mucho más agresivo de las infecciones más habituales entre la población general.
Si disminuyen aún más las defensas del sujeto (algo que puede medirse contando el número de leucocitos de defensa o leucocitos CD4 en la sangre del paciente), los problemas infecciosos se hacen cada vez más difíciles de controlar y el paciente comienza a padecer más de una infección a la vez.
La muerte llega por una de estas infecciones o por la aparición de tumores, como el sarcoma de Kaposi o los linfomas, que también aparecen con mayor frecuencia en los sujetos que padecen sida. Otras veces, el cuadro que conduce a la muerte es una desnutrición extrema con pérdida de peso muy severa producida por la concurrencia de varias infecciones a la vez o por las del tubo digestivo, que producen diarreas severísimas imposibles de tratar.
Pero no se preocupe, si usted vive en España tendrá acceso a tratamiento gratuito y, como explicaremos más adelante, no le pasará nada de esto. Lo que acabamos de describir es lo que les ocurría a los sujetos con sida antes de que se descubrieran fármacos capaces de controlar el virus y lo que desgraciadamente les pasa a los pacientes de países pobres donde no existe acceso a esta medicación.
En estos momentos el sida puede controlarse con fármacos que han cambiado totalmente el curso de la enfermedad. Un sujeto infectado que recibe un tratamiento correcto es capaz de mantener sus defensas suficientemente sanas como para no presentar ninguno de los problemas e infecciones que acabamos de describir.
Otra cosa es que con los nuevos fármacos, los pacientes viven más y llegan a desarrollar otras enfermedades que no existían cuando morían por infecciones incontrolables.
¿Qué diferencia hay entre ser sero_positivo y tener sida?
Las diferencias entre estos dos conceptos son grandes o pequeñas en función del enfoque que se haga en cada caso.
Como hemos dicho anteriormente, el sida es una enfermedad infecciosa producida cuando el Virus de la Inmunodeficiencia Humana penetra al interior del organismo humano. Este patógeno circula por el torrente sanguíneo y se distribuye por todo el cuerpo, sobre todo en zonas como los ganglios linfáticos, donde viven los leucocitos o células defensivas del cuerpo.
Cuando el virus entra en el organismo, nuestro sistema de defensas producen anticuerpos que atacan al virus, aunque sin éxito. Este tipo de anticuerpos que producimos contra el VIH son proteínas totalmente específicas es decir, sólo aparecen cuando en nuestra sangre existen virus de este tipo.
Los actuales métodos de laboratorio son capaces de medir la existencia de estos anticuerpos en la sangre de un paciente. El sistema por el que se hace este análisis fue desarrollado cuando se realizaron las primeras investigaciones sobre el sida (a finales de los años 80) y desde entonces disponemos de un método de laboratorio relativamente barato, sencillo y fiable para medir los anticuerpos anti-VIH en la sangre de cualquier sujeto.
Las personas cuya sangre nunca ha estado en contacto con el VIH no muestran estos anticuerpos en la sangre, es decir son seronegativos. Sin embargo, en el suero (una parte de la sangre que contiene las proteínas circulantes) de todos los infectados por el VIH sí es posible identificar estos anticuerpos.
Cuando el análisis del suero de un sujeto muestra la existencia de anticuerpos específicos contra el VIH se dice que esa persona es seropositiva. Esto quiere decir ni más ni menos que el individuo en cuestión ha estado en contacto con el virus del sida y, por tanto, está infectado.
En la actualidad cuando se quiere saber si alguien está o no infectado por el VIH se recurre a este tipo de análisis en busca de los anticuerpos específicos contra dicho virus.
Ahora bien, como hemos dicho antes, el VIH es un virus de acción lenta y convive con nosotros durante un largo período de meses o años sin producir ningún síntoma. Durante todo este tiempo la única manera de saber si una persona está o no infectada es precisamente su seropositividad, es decir el resultado de este análisis.
Con el tiempo, todos estos pacientes seropositivos, si no reciben tratamiento, terminarán desarrollando síntomas que acabarán inexorablemente en la muerte. Cuando un sujeto infectado por el VIH presenta infecciones u otros problemas relacionados con el virus, se dice que tiene sida.
Por lo tanto, todos los pacientes con sida son seropositivos y todos los sujetos seropositivos, si no reciben tratamiento contra el VIH, acabarán desarrollando el sida. Existe sin embargo un pequeñísimo grupo de sujetos que son seropositivos durante larguísimos períodos de tiempo (más de 10 años) sin llegar a desarrollar el sida; sin embargo, estos casos son tan raros que no conviene incluirlos en lo que es el comportamiento habitual de la infección por VIH.
¿Puede curarse el SIDA?
Depende un poco de a qué llamamos curar. Si quiere decir acabar con la enfermedad y no tener que volvernos a preocupar más por ella, puede decirse que el sida no se cura por el momento.
Una vez que hemos sido infectados, no existe ningún tipo de tratamiento que consiga eliminarlo de nuestro cuerpo o aniquilarlo por completo. Por tanto, los pacientes infectados deberán estar siempre pendientes de la enfermedad y sometidos a algún tipo de control o tratamiento.
Aunque pueda parecer descorazonador, el sida se está convirtiendo cada vez más en una enfermedad crónica, como la diabetes o la insuficiencia renal. En el fondo, es una buenísima noticia: hasta hace bien poco tener el sida era prácticamente una condena de muerte segura a la que sólo le faltaba la fecha de ejecución. La muerte llegaba antes o después en función, entre otras cosas, de la suerte a la hora de contraer infecciones y de la rapidez con que nuestras defensas fueran aniquiladas por el VIH.
Sin embargo, la espectacular inversión en investigación que se viene realizado desde hace más de una década, ha conseguido desarrollar fármacos eficaces contra la enfermedad a una velocidad desconocida hasta ahora en otras patologías.
En estos momentos, existe todo un arsenal de fármacos a disposición de los especialistas para combatir al virus. Aunque ninguno de ellos, por sí solo o combinado, es capaz de destruir al virus. Eso sí, consiguen frenar dramáticamente su multiplicación y, por tanto, su capacidad de hacernos daño.
Este control sobre las posibilidades de reproducción del VIH dentro del organismo consigue que nuestro sistema de defensas sobreviva durante mucho tiempo al ataque del virus. De esta forma, el paciente infectado no desarrolla todos los problemas de infecciones que antes conducían a la muerte.
Aunque cada vez son menos graves, muchos de estos fármacos tienen efectos secundarios o tóxicos que dificultan su manejo. Por tanto, los pacientes infectados necesitan ser controlados periódicamente y, en ocasiones, es preciso cambiar la combinación de fármacos de un paciente, por otra que tolere mejor, incluso aunque sea menos eficaz.
El otro problema, quizás aún más importante, del tratamiento contra el sida es la resistencia del virus. El VIH es tremendamente inteligente y se adapta a velocidades increíbles al entorno, gracias a su capacidad capacidad para mutar.
Cuando el virus se ve atacado bien por el medio ambiente -en este caso el organismo del propio enfermo dentro del cuál vive- o bien por un fármaco, es capaz de modificar sus propiedades biológicas para luchar contra las agresiones. Y esto se produce a través de mutaciones, es decir, cambios en sus genes que le proporcionan nuevos rasgos o propiedades que le permiten sobrevivir a las agresiones. A efectos prácticos, es como si el virus fuese capaz de ir fabricando corazas y blindajes cada vez más eficaces contra los ataques del exterior.
Pues bien, en esto de mutar, el VIH es un auténtico fenómeno. Su capacidad de mutación es muy superior a la del virus de la gripe, por ejemplo, que cambia casi cada año y que obliga a preparar nuevas vacunas cada vez que llega una nueva temporada invernal.
Esta capacidad de mutación del VIH permite que el virus pueda volverse rápidamente resistente a los medicamentos que usamos para atacarle. Su gran velocidad de adaptación obliga a los médicos a combinar varios fármacos a la vez y a estar muy atentos a la respuesta al tratamiento.
Por eso, el paciente que está recibiendo terapia contra el sida (antiretroviral) debe acudir periódicamente a la consulta de su médico. En cada visita se comprueba que el paciente tolera bien las medicinas y la eficacia de éstas. Se evalúa que la reproducción del virus está controlada y que las defensas del sujeto no han disminuido.
En resumen, aunque el sida no puede por ahora curarse, sí existen tratamientos que controlan eficazmente la progresión de la enfermedad. Los problemas actuales de un paciente que recibe tratamiento son la necesidad de acudir a controles médicos periódicos, como muchos otros pacientes crónicos, así como el peligro de desarrollar efectos tóxicos provocados por los fármacos o resistencias del virus.
El sida no es ya una enfermedad mortal por definición y se está convirtiendo a gran velocidad en un trastorno crónico. Sólo el futuro, esperemos que cercano, revelará si existe posibilidad de curarlo o incluso de eliminar su transmisión por medio de vacunas.
Espero, en verdad, que sigas mi consejo y haberte ayudado, un saludo y recuerda que es mejor ir a la farmacia y comprar un preservativo que ir a un hospital, un abrazo y puntúa la respuesta ya que con ello ayudas tú a que todos estemos aquí. Virgi2.

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