¿Cuál es el papel de la filosofía en la actualidad?

Un favor quisiera saber, ¿el papel que desempeña la filosofía en la actualidad?
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La Filosofía Postmoderna de la época actual
Alejandro Serrano Caldera*
La filosofía ha sido siempre una forma de entender, y en algunos casos de tratar de transformar la realidad a partir de la propia experiencia vital, del propio mundo y del propio tiempo. Ahora, esta exigencia es particularmente apremiante ante los problemas de la época que nos exigen no sólo filosofar sobre filosofías hechas, sino ser más que exegetas y glosadores, protagonistas de la aventura teórica de nuestro tiempo.
¿Trataré? ¿En este caso? De referirme a uno de los grandes temas de la filosofía mundial: el debate entre Modernidad y Postmodernidad.
En lo que concierne a la Postmodernidad y a riesgo de conceptualizar un modelo de lo que es un antimodelo y de generalizar lo que es la reafirmación de un mundo fragmentario, nos atreveríamos a decir que su caracterización parte de la deconstrucción, es decir del desmigajamiento (para usar el término de Ciorán) de las verdades absolutas en el arte, la historia, la política y la ideología, y, subrayaría, en una nueva forma de organización de la producción y de la economía mundial, y, en general, de la cultura y de la vida social.
La Condición Postmoderna de la que nos habla Jean Francois Lyotard es la incredulidad respecto a los relatos y metarrelatos; es la deslegitimación del discurso especulativo y emancipatorio y, como consecuencia, la crisis de la metafísica.
Jean Francois Lyotard, en su obra, La Condición Postmoderna, dice:¿? En la sociedad y la cultura contemporánea, sociedad postindustrial, cultura postmoderna, la cuestión de la legitimación del saber se plantea en otros términos. El gran relato ha perdido su credibilidad, sea cual fuere el modo de unificación que se le haya asignado: relato especulativo, ¿relato de emancipación?.
En esta visión de las cosas el discurso emancipador queda abolido, la emancipación también; la filosofía que se forma como conjunción de teoría y praxis y como pensamiento que proviene de la historia y va hacia ella, pierde todo sentido porque la historia también la ha perdido. El pueblo como sujeto no representa ninguna legitimidad porque los sujetos como tales están deslegitimados; la idea del futuro pende de un cielo ahistórico, como pieza de arqueología en los museos de la modernidad. Todo lo moderno es ya arcaico.
El concepto de deconstrucción de Jacques Derrida es clave en la caracterización de la Postmodernidad. Desde esta perspectiva, la Postmodernidad parte de la deconstrucción, de los relatos, los sujetos y los paradigmas en el arte, la historia, la política, y, subrayaría, en la construcción de una nueva forma de organización de la producción y de la economía mundial, y, en general, de la cultura y la vida social.
La Postmodernidad no es solamente la deslegitimación y deconstrucción de los modelos, paradigmas y relatos que dejarían a la ideología, entre otras cosas, archivada en los museos del tiempo irremediablemente pasado, sino que es la construcción de nuevos modelos a partir de una realidad globalizante.
¿Vattimo nos habla de la? Ontología del declinar, ¿y nos pregunta si esta renuncia a la historia no es más que un anclaje en el pasado y un rito inconsciente y nostálgico?.
? ¿Aquí? ¿Dice? El problema que se abre y que estos trabajos dejan abiertos es: ontología del declinar, hermenéutica o, como también pienso que se debe francamente decir, nihilismo, no comparte una renuncia a la proyectualidad histórica en nombre de un puro y simple culto de la memoria, ¿de la huella de lo vivido?.
Más adelante y siguiendo a Heidegger, nos propone repensar integralmente la filosofía, renunciando al pensamiento fuerte enraizado en categorías como autoridad y dominio y asumiendo el pensamiento débil en la línea trazada por Nietzsche y Heidegger.
?... ¿Repensar la filosofía? También la del pasado, ¿cómo nos ha enseñado a hacer Heidegger? A la luz de una concepción del ser que no se deje ya hipnotizar por sus caracteres fuertes (presencia desplegada, eternidad, evidencia, en una palabra: autoridad y dominio), que han sido siempre preferidos por la metafísica. Una concepción diversa, débil del ser, además de más adecuada a los resultados del pensamiento de Nietzsche y de Heidegger, me parece también, y sobre todo, lo que puede ayudarnos a pensar de manera no sólo negativa, no sólo de devastación de lo humano, de alienación, etc., ¿la experiencia de la civilización de masas?.
Jacques Derrida en sus reflexiones sobre Heidegger contenidas en su obra Del Espíritu: Heidegger y la Pregunta, desmonta desde la visión heideggeriana la arquitectura conceptual y metafísica del espíritu y a partir de ahí considero se inaugura un proceso de deconstrucción progresiva que desintegra los grandes sujetos del pensar y del actuar de la metafísica y de la historia.
? ¿La más permanente? ¿Dice? Es que Heidegger inscriba el nombre (Geist) o el adjetivo (geretig, geistlich): bien en un encadenamiento de conceptos o de filosofemas pertenecientes a una ontología deconstruible, y lo más a menudo en una secuencia que va de Descartes a Hegel, bien en proposiciones que una vez más me arriesgaré a llamar axiomática, axiológicas o axio-poéticas: entonces lo espiritual ya no pertenece al orden de las significaciones metafísicas u onto-teológicas. Más que un valor, el espíritu parece designar, más allá de una deconstrucción, ¿la fuente misma de toda deconstrucción y la posibilidad de toda evaluación?.
No cabe duda que la deconstrucción es uno de los conceptos claves del pensamiento postmoderno y en su progresiva disolución nos deja en la total orfandad de categorías legitimadoras del saber, la verdad, el espíritu, la libertad. Es la abolición de los relatos y el fin de la historia como narración, como sujeto y como acontecer.
Me parece útil trasladar aquí la cita que de Frederic Jameson hace Susan Rubin Suleiman acerca de la Postmodernidad:¿?... ¿No es solamente otra palabra para describir un estilo particular?, ¿Sino qué es también? ¿Un concepto periodizador cuya función es correlacionar la aparición de un nuevo tipo de vida social y un nuevo orden económico? ¿Esto es? La sociedad postindustrial o de consumo, la sociedad de los medios masivos (...) ¿O el capitalismo multinacional?.
Me parece de suma importancia la referencia anterior a la sociedad de consumo y al capitalismo multinacional, pues permite identificar de manera más precisa el punto de coincidencia entre la tesis del fin de la historia y la Postmodernidad y a la vez establecer las relaciones que de él deriven.
En ambos casos se habla de un más allá de la Modernidad (quizás sería más apropiado hablar de una meta-modernidad o trans-modernidad que trasciende más que sustituye la Modernidad): ambos nos sitúan ante un nuevo orden económico; una nueva economía mundial; un nuevo sistema transnacional de producción que no es el que ha caracterizado al capitalismo moderno que derivó de la revolución industrial. En todo caso, convendría decir con Octavio Paz, más que del fin de la historia, se trataría del fin de una época, de un período de la historia, y, en consecuencia, del comienzo de una nueva era.
Los filósofos de la Postmodernidad sostienen que los elementos que definieron los albores de la Modernidad en los escritos de los filósofos renacentistas han desaparecido, y junto con éstos, el espíritu renacentista de la búsqueda de la Grecia presocrática, la audacia ante los horizontes de un mundo nuevo y la utopía que se genera desde el Renacimiento y se desarrolla a través del Racionalismo y la Ilustración.
La Postmodernidad es también una crítica a la filosofía sistemática que culmina con Hegel y Marx. A esa filosofía de Hegel que es la explicación del todo debidamente integrado por categorías que se entrelazan; metodología explícita en su lógica; desarrollo del espíritu expresado en su fenomenología; valoración de las ciencias y de las humanidades en la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas. La Postmodernidad, en cambio, es ruptura con los cánones tradicionales del pensamiento racionalista sistemático y con la filosofía que propone un modelo integral de explicación del mundo.
Todo sistema engendra autoritarismo y toda dictadura es hija de un sistema y de una concepción total del mundo. Frente al autoritarismo del sistema, Vattimo propone la tesis del pensamiento débil que responda a las incitaciones de la realidad y al acoso de la circunstancia, más que al intento totalitario de querer normar la vida, la naturaleza y la historia.
Estamos enfrentados a lo que he llamado en mi libro La Unidad en la Diversidad,¿? ¿Los aceleradores de la historia?, que son esos hechos que inciden sobre los acontecimientos de nuestra vida histórica como sociedades y como pueblos, que se producen fuera de nuestras latitudes, pero que exigen que asumamos su propia velocidad, sin dejarnos el tiempo suficiente para pensar esos fenómenos y para asimilarlos críticamente.
Es fundamental filosofar sobre nuestro tiempo desde nuestra propia situación espacio-temporal. El desafío que se nos impone no es sólo pensar nuestra historia, sino, desde ella, pensar la historia de la humanidad. No sólo pensar nuestra cultura, sino pensar los riesgos que la cultura en general, y la nuestra en particular, está corriendo ante el empuje de una cultura tecnológica que, bien empleada, puede ser una fuerza maravillosa para potenciar las posibilidades del ser humano en cualquier parte que éste se encuentre. Debemos analizar lo que hemos llamado acumulaciones históricas. Hay hechos no resueltos en nuestra historia que se van acumulando.
La Modernidad que se inicia en el siglo XVI se afianza en la ilustración, la racionalidad y la libertad mediante las cuales, y por medio de la ciencia y la técnica que construyen, el ser humano se lanza a la aventura de forjar su propio mundo como obra de su voluntad y destreza.
* El autor es filósofo. Este artículo es parte de su ponencia en la Universidad Thomas More, el 24 de noviembre de 2004, en el Día Internacional de la Filosofía
LYOTARD Y LA POSTMODERNIDAD
La muerte de Jean Francois Lyotard, el "padre de la postmodernidad," ha puesto
una vez más sobre el candelero el término y la discusión sobre el significado y la duración de lo que con esta plababra se quiere significar.
Postmodernidad
Y religión
José Benigno Zilli Manica
La muerte de Jean Francois Lyotard, el "padre de la postmodernidad," ha puesto
una vez más sobre el candelero el término y ha avivado la discusión sobre el significado de la palabra y sobre la duración de lo que con ella se quiere significar.
Para algunos autores se trata de una moda, o de algo efímero y pasajero como
todas las modas. Un artículo cuya fecha de caducidad está muy a la vista. Y su descrédito vendría desde la etiqueta, porque a falta de una denominación precisa
y bien definida se le ha rotulado con el nombre glorioso de la época que intenta sustituir: la modernidad o la época moderna. El "post" que se le añade sería algo tan vago e inasible que prácticamente no significaría nada. Otros, en
cambio, señalan que ese "post" en realidad es un eufemismo por "anti," porque
lo que se dice que llega a partir de la modernidad, o después de la modernidad,
es su negación o rechazo. Los autores no están de acuerdo y sólo el tiempo dirá si en verdad estamos ante una nueva etapa de la historia o ante modas y devaneos
sin mucha consistencia.
Lo que sí está claro es que ya era hora de replantear las grandes cuestiones de
la modernidad. Lyotard, Vattimo, Baudrillard, Lipovetsky y otros tendrían la misma función, o serían homólogos de Giovanni Andrea, el bibliotecario
pontificio, que en 1469 distinguió, el primero entre varios, a "los antiguos de
la Edad Media, de los modernos de nuestro tiempo", con lo que creó el término y
la noción de Medioevo y de época moderna. Se trata, pues, de personas de gran
sensibilidad, o de antenas muy finas, que captan el momento en que se dobla una
encrucijada en el camino de la humanidad. Dure o no dure el término, el hecho es que algo nuevo está sucediendo.
Lo nuevo, como se ha dicho, tiene que ver con la repulsa de la modernidad. Y de ésta última sí hay una noción más o menos consensuada entre los autores. Para algunos la modernidad se definiría, también ella, a partir de un rechazo, o sea,
de la negación de la Edad Media en cuanto simbiosis de fe y de razón que tenía
diez largos siglos de permanencia. Otros señalan, sin más, al triunfo de la
razón en todos los órdenes de la vida, pero especialmente en el dominio de la naturaleza, por medio de las ciencias. Modernidad, ciencia y razón valdrían casi como sinónimos. A nuestro juicio habría que caracterizar a la modernidad por susrasgos positivos y su empresa más alta, que en el fondo equivalía a la antigua
síntesis del Medioevo: la simbiosis de razón o ciencia y de organización de la vida social, o política, para dar a toda la humanidad un futuro de paz y de
felicidad. Ciencias duras, o ciencias de la naturaleza, se habrían unido a las
ciencias del hombre, o ciencias sociales, para configurar un proyecto de vida que era el sustituto del reino de Dios, o del cielo, de la antigua fe religiosa. Tal era la promesa del positivismo y más todavía del marxismo con toda su
cientificidad.
La postmodernidad se definiría, según eso, por una doble caída: la de las
ciencias y la del compromiso social. En los ambientes de vanguardia todo mundo te habla hoy contra la razón y contra la lógica. No hay explicación racional, no
hay ciencia que valga, dicen. Sobre todo, se rechaza cualquier sistematización que pretenda englobar una totalidad, o cualquier fundamentación de tipo
teorético. Lo único que cuenta es la literatura o el arte. Todo es lúdico. En la
vida social se insiste en la "diversidad," que en el fondo viene a significar que cada quien, y cada grupo humano, viva como le parezca conveniente. No habría reglas. No habría metas de una perfección humana que fuera deseable para todos.
El santón de la postmodernidad en filosofía parece ser Federico Nietzsche, y la actitud fundamental es la que llaman de la hermenéutica. Pero una hermenéutica que está lejos de la profundidad o grandeza de los clásicos de esta disciplina.
Aquí lo que se quiere decir es que uno puede interpretar cualquier cosa a su manera. Todo es interpretación. Todo se vale. En realidad, no habría realidad. O dicho de manera más culta, no hay ya sintaxis y no hay ya semántica. Todo es
pura pragmática.
Todas estas cosas, como se ha dicho, se estilan en los ambientes de la vanguardia, mientras nosotros trabajosamente nos dirigimos hacia la modernidad que siempre se nos escapa. Ha sido nuestro amor imposible. Y son muy amplias las capas de nuestro pueblo que viven en una situación pre-moderna, o sea, de tipo
medieval, o casi primitiva. Pero con estas vueltas y revueltas ahora resulta que
su situación es envidiable, porque habrían alcanzado lo que los europeos buscan,
que es vivir al día como ellos viven, sin ninguna preocupación por el futuro, y sin complicaciones reflexivas o teoréticas. Habrían llegado antes, por no
haberse movido de su sitio, dado que la cultura en realidad habría dado la
vuelta sobre sí misma.
Pero cualquiera entiende que aquí hay algo que no está bien. La molestia por el
hartazgo de los ricos no se puede equiparar al hambre de los pobres. Quizá lo que se tiene que ver es qué hubo de mal en el camino de la modernidad en los
pueblos que reniegan de ella, y no dudamos que el punto está en la autosuficiencia del hombre y en la negación de lo divino. Debe haber una manera de ser moderno sin dejar de ser religioso. O de otro modo, el reino de Dios no
es la negación de los mejores valores de la vida del hombre. Y la fidelidad a la tierra, y su cuidado, no están reñidos con el culto del creador y la preocupación por la vida futura a la que.

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