Filosofía

Quiero saber 5 conceptos de filosofía, ¿me pueden ayudar?, deben de ser de diferentes autores, me las han solicitado de tarea mis profesores de filosofía.
Gracias, me las pueden enviar a mi correo [email protected]

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ALMA: es un concepto que se vincula simultáneamente a dos cuestiones distintas: por una parte, la naturaleza de la vida, caracterizada por el automovimiento y la reproducción y, por otra, la naturaleza de los actos intelectivos. Desde la primera perspectiva el alma se
concibe principalmente como principio vital (los seres vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al cuerpo); desde la segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no sin ciertas dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el principio explicativo del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la voluntad.
Para Anaxímenes el arkhé o principio de todas las cosas es el aire.
Esta concepción del alma vinculada con la noción de aire-aliento o soplo (pneuma) será desarrollada por los estoicos, que lo consideraron el soplo animador mediante el cual Dios ordena las cosas del mundo.
Desde una perspectiva que podríamos vagamente llamar materialista, Demócrito y Epicuro conciben el alma formada por átomos esféricos,
que penetran en los cuerpos y los mueven, y los mismos dioses estarían formados por átomos semejantes.
Platón, que es quien desarrolla plenamente la concepción dualista que opone el alma al cuerpo. El hombre es propiamente su alma, que
pertenece al mundo de las ideas y es preexistente. El alma consta de tres partes - o tres funciones -: la razón, el corazón y el deseo.
Por ello la vida moral del hombre consiste en superar lo que hay en él de material e inferior para llegar a la región de las ideas, y la
misma filosofía no es otra cosa que el aprendizaje a saber desprenderse del cuerpo. Según Platón, el alma preexiste al cuerpo, lo que permite la reminiscencia o anamnesis. Platón se ve en la
necesidad de establecer las tres partes del alma
En cambio, no es ésta la posición defendida por Aristóteles, para quien el alma debe entenderse a partir de su teoría hilemórfica y de
su teoría del acto y la potencia: el alma, «aquello por lo cual primariamente vivimos, sentimos y entendemos», es sustancia porque es la forma del cuerpo que está en potencia de vida y, por tanto, el alma no puede existir sin el cuerpo, razón por la cual no puede ser
inmortal.
A partir de san Agustín, que subraya el carácter pensante del alma, esta noción, muy influenciada por la tradición neoplatónica, se espiritualiza cada vez más. Para él es una sustancia plenamente espiritual e inmortal, no dependiente del cuerpo, que surge por la
voluntad creadora divina, y es el centro de la subjetividad del hombre, que es «un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y
terrestre». Es en el alma donde el hombre encuentra a Dios y a la verdad, y es, al mismo tiempo, imagen de la Trinidad.
Con Descartes se inicia el periodo moderno de la filosofía y, con él, de nuevo se instaura el dualismo de alma y cuerpo. Este dualismo
se radicaliza y Descartes habla de la sustancia que es pensamiento y la sustancia que es extensión.
Para Kant, muy influenciado por Hume (que ya había señalado que la pretendida realidad sustancial del alma es una mera construcción
ficticia), éste es un falso problema, por cuanto «el yo» no puede ser pensado como «alma sustancial» e inmortal.
CAUSA: se observan cuatro fases históricas en el desarrollo del concepto causal aplicado a la ciencia empírica. Durante la Edad
Media, prevaleció la teoría aristotélica de la causa. Según Aristóteles, cualquier cambio de la naturaleza se explica respondiendo a la pregunta: ¿Por qué ha sucedido dicho cambio? Las
cuatro maneras fundamentales de responder tienen en cuenta la materia, la forma, el agente o iniciador y la finalidad. Tras el Renacimiento, y durante el s. XVII, el concepto de causa se
restringió, sobre todo por obra de Bacon, Galileo, Descartes y Newton, a la explicación por la causa eficiente, desapareciendo de
la ciencia el interés por las causas finales y reduciendo la noción de materia y forma a la de partículas materiales dotadas de movimiento. Surge así la explicación (causal) mecanicista, que a lo largo del s. XVIII se aplica a todos los fenómenos (electricidad, magnetismo, calor, etc.), y los reduce a los principios newtonianos.
En el s. XIX, aunque se mantuvo la importancia de la explicación mecanicista de los fenómenos, disminuyó el interés por la causa física (integrada por la fusión de la causa material y eficiente de Aristóteles) y aumentó el interés por la formulación matemática de las leyes que seguían los fenómenos: éstos se explicaban deduciéndolos de ecuaciones diferenciales más las condiciones físicas iniciales. Es decir, la formulación (la forma) matemática explicaba suficientemente el mundo físico. El s. XX supone un nuevo cambio. Para la explicación de los fenómenos físicos no puede darse
primacía a ningún aspecto parcial.
CAUSALIDAD: Hume sostuvo que a toda idea ha de corresponderle, en última instancia, una impresión sensible. Según Hume, la necesidad -la conexión necesaria- no es un dato de la experiencia: no es más
que una creencia derivada de la costumbre de observar la conjunción constante entre A y B. La costumbre suscita una asociación de ideas entre los diversos tipos de A y de B siempre que veamos cosas
parecidas a A esperaremos cosas parecidas a B. Y de aquí surge nuestra convicción de que «siempre que C, E»; esto es, la noción de causa por asociación de ideas. Esta noción no proviene de la
experiencia, sostiene Hume, ni proviene tampoco del análisis de las ideas (no es una relación de ideas, aunque sí una asociación de ideas); no puede tener más que un origen psicológico (la asociación de ideas y la costumbre) y en sí misma no es más que una «creencia.
Para Kant, el entendimiento exige que los fenómenos de la
experiencia acontezcan según «reglas». La causalidad -«todo cambio tiene una causa»- es precisamente la regla que requiere que todo
fenómeno -todo cambio en las cosas- suceda «según la ley de enlace de causas y efectos». Sin el a priori de «causa» es imposible hacer
ciencia. Para Hume, la causalidad no es algo que la mente descubra en la experiencia y, por lo mismo, se imponga a la mente, sino más bien una imposición de la mente que no puede menos que traducir en una asociación de ideas las experiencias repetitivas de los fenómenos. Kant, que está de acuerdo con Hume en que la causalidad
no es nada que pueda proceder de la experiencia, disiente de él en cuanto la considera como un principio del entendimiento, sin el cual no sólo sería imposible entender nada proveniente de la experiencia, sino que ni siquiera podría haber experiencia. La causalidad es, por tanto, necesaria.
DIALÉCTICA: Desde un punto de vista histórico, dialéctica es tanto el simple arte de la conversación y discusión y el equivalente medieval de la lógica, como un muy complejo sistema de pensamiento en Hegel y un método adecuado de interpretación de la realidad,
sobre todo social, en Marx, inspirado en Hegel. En la versión de Hegel, la dialéctica supone siempre el contraste de dos elementos opuestos o contradictorios, que pone en evidencia el
carácter cambiante y progresivo de la realidad, que se desarrolla en fases históricas que, por la misma fuerza de esta contradicción
interna, suponen transformación y ruptura, y no una simple evolución
acumulativa y lineal.
En los primeros diálogos de Platón, la dialéctica aparece como el arte o esfuerzo de hallar definiciones, mediante el método socrático de preguntas y respuestas; en diálogos posteriores, Platón
identifica su propia filosofía con la misma dialéctica: la última de las enseñanzas que recibe el filósofo-rey, o la visión de conjunto que adquiere quien logra ascender por todos los escalones de la opinión y la episteme hasta el conocimiento de las ideas.
Los estoicos inician la identificación de la lógica con la dialéctica, idea que llegará a la Edad Media.
Los filósofos modernos identificaron la dialéctica con la silogística medieval de inspiración aristotélica, a la que consideraron un instrumento del pensar poco científico, de lo que son testimonio Bacon y Descartes
Marx adopta el método dialéctico hegeliano de comprensión de la realidad, pero cambia el concepto de realidad ideal por el de
realidad material socioeconómica y el de fases sucesivas del Espíritu por el de fases de la historia real de la humanidad; el motor de la dialéctica, que en Hegel es la contradicción en la
conciencia y en la realidad, son en Marx las contradicciones de la sociedad, debidas al conflicto entre las «relaciones de producción»
Y las «fuerzas de producción».
IDEA: En general, lo que concebimos con la mente, el objeto mental, ya sea en forma de pensamiento, de percepción o de juicio. En el
sentido tradicional, se refiere a la existencia en la mente humana de una forma de representación mental de un objeto del mundo exterior, lo cual corresponde con la etimología de la palabra griega (eidos o idea), significando tanto el hecho de ver algo (con la mente) como el aspecto o las características de aquello que se contempla.
En Platón, eidos, además de significar «característica común a varias cosas» y hasta «concepto», significa ante todo forma inteligible y modelo de las cosas visibles, a los que da también el
nombre de «verdadera realidad» o «lo que las cosas son en sí», construyendo una auténtica y específica teoría de las ideas separadas. Para Aristóteles, la idea es la forma, o causa formal, que junto con la materia, constituye la realidad sustancial (ousía), y es también la esencia común a toda la especie, captable por la definición y, por lo mismo, objeto de conocimiento intelectual. Con el neoplatonismo de san Agustín las ideas se convierten en «ideas divinas», lo cual viene a ser como la síntesis de Platón y Aristóteles, ya que las ideas son como los conceptos, inmutables y
eternos, de la mente divina de acuerdo con los cuales crea la naturaleza de las cosas.
La Escolástica les dio el nombre de ideas ejemplares, pero no rehuyó referirse a las ideas en cuanto meras semejanzas con las cosas
concebidas en la mente y expresadas mediante palabras. Entre unas y otras hay una cierta comunidad o relación, porque las ideas ejemplares no son otra cosa que la esencia divina en cuanto es
participable de diversas maneras finitas por los seres creados. El nominalismo medieval destruyó esta relación, y eliminó tanto las
ideas divinas como las esencias de las cosas, entendidas como universales reales. Lo uno lleva a lo otro: si no hay ideas en Dios,
no hay esencias en las cosas; sólo existen individuos o cosas individuales y, en lo tocante a ideas, sólo conceptos mentales, cuyo
«Contenido» se atribuye a muchas cosas individuales. Desaparecen así las huellas que Platón y Aristóteles habían dejado en los conceptos
o ideas: no hay ya la referencia (Platónica) de las cosas del mundo visible hacia el mundo inteligible ni ninguna realidad común
existente (la forma aristotélica).
Para el racionalismo, algunas de ellas, las claras y distintas, son innatas; para el empirismo, toda idea proviene de algún modo de la
experiencia. Para el empirismo algunas de las ideas fundamentales, como como la de sustancia o la de causalidad, son meras asociaciones o relaciones de otras ideas simples.
MATERIA: La noción clásica de Aristóteles ha dominado de alguna forma en la historia de la filosofía occidental. La materia es aquella parte de la realidad que, junto con la forma, constituye el todo de una sustancia individual. La idea de que las cosas son
compuestos de materia y forma es una de las afirmaciones
fundamentales de Aristóteles y ha sido uno de los temas más
característicos de la metafísica occidental. De esta manera se introduce en el pensamiento occidental que todas las cosas están hechas de elementos que mantienen entre sí una determinada relación de composición, o de estructuras. La materia aristotélica no es, en
consecuencia, «material» (los únicos principios propiamente
materiales, en sentido físico, son los cuatro elementos de Empédocles y sus correspondientes cualidades de cálido, frío, húmedo y seco), sino que es un principio metafísico que da a entender que todo se explica a modo de una composición de dos elementos correlativos, materia y forma, y que la misma materia es en sí misma
un concepto relativo, cuya naturaleza debe precisarse indicando la forma respecto de la cual es materia. Este concepto aristotélico de
materia como parte fundamental de la sustancia comenzó a dejarse de lado, para dar paso al concepto moderno de materia física, en los inicios de la revolución científica.
En el s. XVII, se difunde el punto de vista de la llamada filosofía corpuscular. Galileo y Gassendi renuevan el atomismo de los griegos
Demócrito y Epicuro, y Descartes identifica el espacio con la extensión y ésta con las tres dimensiones en que se disponen los
corpúsculos materiales.
MATERIALISMO: Aunque en la filosofía griega antigua hay diversas manifestaciones de esta tendencia filosófica, el materialismo clásico antiguo lo personifica el atomismo antiguo de Leucipo y
Demócrito, cuya afirmación fundamental es que sólo existen los átomos y el vacío, de modo que toda la naturaleza y los cambios que
en ella ocurren pueden explicarse por los choques que se producen
azarosamente entre estas unidades mínimas de materia indivisible dotadas de movimiento eterno. El epicureísmo y el estoicismo
prosiguen el materialismo atomista: los epicúreos manteniendo un mundo formado de átomos, aunque no totalmente sometido al
determinismo físico, y los estoicos afirmando que «todo es cuerpo.
En el siglo XVII, en plena filosofía moderna, Thomas Hobbes repite la afirmación básica del atomismo antiguo: todo en el universo son
cuerpos en movimiento y lo que no es cuerpo no forma parte del universo. Pero el campo de aplicación de la actitud materialista logra su mayor amplitud con los ilustrados franceses del s. XVIII: el materialismo de la Ilustración, de autores como La Mettrie, Voltaire, Diderot, d´Alembert y Holbach, se constituye como el
substrato desacralizado y naturalista de ideas que van a configurar buena parte de la visión laica del mundo propia del hombre occidental. Los descubrimientos científicos del s. XIX, como la producción de sustancias orgánicas en el laboratorio (que se inicia con la síntesis de urea en 1828), el desarrollo de la nueva teoría
atómica, las nuevas teorías físicas basadas en la concepción de la materia y la fuerza como realidades últimas, el principio de la
conservación de la materia y de la energía en todos los cambios, el progreso de la fisiología y, sobre todo, la teoría de la evolución de Darwin, no sólo reafirmaron las convicciones materialistas y naturalistas de la ilustración francesa, sino que les dieron una base científica que parecía eliminar las fronteras entre lo físico-químico y lo bioquímico, entre la vida y la materia inerte y entre el hombre y el animal.
El materialismo que sostuvieron K. Marx y F. Engels y que se caracteriza como una concepción del desarrollo de la historia y la
sociedad en función de la realidad económica. El hombre es un ser histórico que se construye a sí mismo satisfaciendo en el medio que
le rodea sus propias necesidades. Esta interrelación inicial con el
medio ambiente se convierte en una actividad humana modificadora del mismo, mediante el trabajo. A ella se debe la existencia de unas
determinadas relaciones de producción, o relaciones de los hombres que producen entre sí. Fuerzas de producción y relaciones de
producción configuran, a su vez, los modos de producción, que son lo que determina una manera de vivir en sociedad en una fase concreta de la historia humana. En los modos de producción, es decir, en la
manera como se produce -que no es más que el sistema social-, se manifiesta lo que el hombre es: su naturaleza histórica. A su vez, los modos de producción condicionan todo el proceso en que se estructura la vida social, política y espiritual del hombre. En esta
estructuración puede diferenciarse: 1) una base real, constituida por las relaciones de producción, independientes de la voluntad del hombre y determinadas por el momento histórico de la evolución de las fuerzas productivas, que forman la estructura económica, y 2) la
superestructura, formada por el resto de estructuras, jurídicas, políticas e ideológicas, fundadas sobre aquella base real.
NATURALEZA: En sus dos acepciones básicas, naturaleza es el conjunto
de las cosas que constituyen el universo o la esencia de una cosa que, a modo de principio activo, hace que ésta manifieste un
determinado conjunto de propiedades características.
Etimológicamente el término se refiere al «nacimiento» o a la «producción» de las cosas, y así lo entendieron los presocráticos, autores de las primeras teorías sobre el «principio», o arkhé en que se supone consiste la naturaleza. Aristóteles presenta la primera definición formal de naturaleza, como la «sustancia que posee en sí misma el principio del movimiento», y este criterio le permite nombrar un conjunto de cosas que son «por naturaleza»: los animales, las plantas y los cuerpos simples de donde todo procede; distinguiéndolas, por lo demás, cuidadosamente de lo que es producido por la tékhne, el arte, también principio productivo.
Los sistemas helenistas entienden preferentemente la naturaleza como el sistema de todo el conjunto, como universo o cosmos. Para los
estoicos, en efecto, naturaleza, Dios, fuego y razón son lo mismo, y
de ahí derivan su ética, según la cual es preciso vivir de acuerdo con la naturaleza.
Los primeros en tomar conciencia de lo humano -lo histórico y lo cultural- frente a lo natural son los sofistas, que introducen una
distinción entre lo que es por naturaleza (phýsis) y lo que es por convención (nomos).
La imagen de la naturaleza renacentista -el universo es un organismo vivo-, se halla en realidad más cercana a la literatura y al arte que a la ciencia; sólo con la llegada de la ciencia moderna, en los
siglos XVI y XVII, se sustituye la antigua noción de «naturaleza creada» por la de una «naturaleza máquina», cuyo funcionamiento el
hombre conoce a través de sus leyes, pero a la que en última
instancia considera ordenada, o diseñada, por las manos de Dios. En este mundo sometido a leyes mecánicas, las que fórmula la ciencia moderna de Galileo a Newton, el lugar del hombre se vuelve
problemático. Para Descartes, la naturaleza es extensión, pero el hombre es pensamiento y sólo su cuerpo puede explicarse como una máquina. Para Hobbes y Spinoza, el hombre es una máquina dentro del universo máquina. Para la gran figura científica de esta época, Newton, la máquina del universo está en las manos del Creador.
Pero a lo largo del s. XVIII, se piensa de forma creciente en una naturaleza independiente de Dios: el mecanicismo se convierte en el
materialismo y el sensualismo de La Mettrie y dHolbach, aunque luego el romanticismo alemán de Novalis, Schelling y Goethe vuelve a explicar la naturaleza desde el vitalismo y el sentimiento. El idealismo alemán diviniza de nuevo a la naturaleza uniendo en ella hombre y divinidad.
La teoría de la evolución del s. XIX replantea de nuevo la idea de naturaleza, en la que de modo definitivo ha de incluirse al hombre,
cuyo origen y naturaleza se explica, por iguales mecanismos biológicos que el resto de organismos, como resultado de la selección y adaptación natural de las especies; el hombre es parte
del mundo natural.
YO: Término equivalente -con diferencias de matiz- a conciencia, alma o persona, con el que identificamos nuestra personalidad. Su
característica fundamental es la conciencia de la propia identidad personal.
El problema filosófico del yo comienza a plantearse con Descartes, quien lo constituye en primera verdad de su sistema: «pienso,
existo». Descartes lo concibe como sustancia pensante, como entidad por tanto permanente y autónoma, mientras que Hume no ve en el yo sino la conciencia transeúnte de un «haz o un flujo de sensaciones».
Freud divide el yo en tres instancias, o tres estructuras, que denomina definitivamente
ello, yo y super yo. Al super yo, resultado del proceso de
identificación con la figura paterna tras el complejo de Edipo, y parte del yo que actúa a modo de una instancia crítica, de conciencia moral y censura, asigna la función de la represión y la de comparar al yo con su propio ideal. El ello, que se identifica fundamentalmente, pero no exclusivamente, con el inconsciente es el
psiquismo humano carente de toda organización interior, únicamente sometido al principio del placer, ilógico en su funcionamiento, puro
depósito de energía instintiva, es el fondo de pulsiones y deseos e
impresiones ocultos por la represión. El yo, sólo
parcialmente inconsciente como el super yo, surge de la parte modificada del ello por contacto con la realidad externa y tiene por función representar al ello ante el exterior, de un modo socialmente aceptable; es la razón y la reflexión y a él incumbe hallar el equilibrio psíquicamente sano entre las exigencias -dictaminadas por
el principio de realidad- del mundo externo, y las del ello y el super yo.
Bueno espero haberte ayudado
Rolfo

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