La filosofía y la verdad

¿El objetivo de la filosofía es buscar la verdad absoluta? ¿No hay filósofos que concluyen que la verdad es relativa y sin embargo siguen filosofando? Muchas gracias Rolfo.

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Tu planteamiento sobre el problema de la verdad es correcto. A lo largo de la historia de la filosofía podemos encontrar múltiples ejemplos tanto de la aspiración hacia una
verdad absoluta, como de la resignación ante la imposibilidad de hallarla (lo que tú has llamado "relativismo de la verdad").
Tomemos como ejemplo de la primera tendencia la filosofía de Descartes (pero
también podríamos decir Platón, Leibniz, Hegel...). Descartes asigna como objetivo
de la labor del filósofo hallar una verdad absolutamente cierta (esto es: de la cual sea
absolutamente imposible dudar). No se da por supuesto que ello sea efectivamente
posible (se trata de una investigación y, por tanto, no está garantizado su objetivo)pero desde luego su imposibilidad -la inexistencia de una verdad absoluta- dejaría sin
valor alguno la representación más elaborada de esa verdad: la matemática; y condenaría al ser humano al vivir en el error o, cuando menos, en la apariencia de
verdad. En fin, Descartes concluye en su investigación (de la cual te ahorro su
desarrollo) que sí existe una verdad absolutamente cierta, verdad que cifra en tres
proposiciones: i) yo soy una cosa que piensa, ii) entre mis pensamientos (ideas) las
hay que se refieren a entidades matemáticas (= el mundo existe en tanto que sustancia matematizable), iii) dios existe.
La filosofía cartesiana la podríamos calificar de "optimista" en el sentido de que parte de la confianza en la capacidad humana de hallar la verdad (y deshacerse del error) y en la existencia objetiva de dicha verdad. También la filosofía de Platón participa de dicho "optimismo": el ser humano es capaz de alcanzar la verdad, terminar de una vez por todas con las discusiones estériles, fijar un patrón definitivo (las ideas) sobre qué son las cosas. Evidentemente, igual que sucede con Descartes, dicha verdad no está al alcance de todo el mundo: exige un actitud y una aptitud (un proceso de formación)
Determinadas (las del filósofo).
Alternando épocas de optimismo, tenemos periodos de pesimismo epistemológico.
Descartes tiene su antagonista en el filósofo escocés Hume. La confianza que
Descartes tiene en la razón humana es rebajada por Hume a la categoría de ilusión. El
ser humano, afirma Hume, sólo puede conocer a través de los sentidos y estos no nos
aportan conocimiento completamente cierto. ¿Qué tenemos entonces? Creencias
verosímiles, conclusiones (más o menos) probables. Pero certeza irrefutable, nunca.
¿A qué nos condena esto? Al escepticismo. El conocimiento es posible, eso está claro,
pero no un conocimiento claro y distinto como el de la matemática. El ser humano
necesita verdades para vivir, pero tales verdades no existen. ¿Qué hacer entonces?
Vivir como si tales verdades existiesen. Tal es el consejo de Hume y de los escépticos
en general (ya desde el viejo Pirrón).
¿Puede todo el mundo tener razón? Esa es una muy buena pregunta. De hecho su
respuesta afirmativa es el fundamento de la democracia. ¿Pero es efectivamente así?
Quien defiende la verdad absoluta no puede aceptar la multiplicidad de opiniones.
Ojo: sí pueden aceptar la discusión de opiniones (pues si no lo hiciesen no serían
filósofos sino dogmáticos), pero no que tal discusión sea indefinida. Todo se puede
discutir pero de todo es posible llegar a una conclusión.
Quien por contra acepta la limitación del entendimiento humano, necesariamente ha
de transigir en la relatividad de la verdad. Pero ni aun esto ocurre. Volvamos a Hume.
Este filósofo se plantea el siguiente problema: si todo es relativo, entonces no hay
bien ni mal en términos absolutos. Por tanto, yo podría hacer cualquier cosa que nadie me podría recriminar mi acción, ni castigarme por ello, pues ¿con qué autoridad lo haría? ¿Esgrimiendo qué verdad? Si no hay verdad todo vale (como dice el personaje de Dostovyeski: si Dios no existe todo está permitido). Así que Hume concluye: tal
vez no haya verdad, pero hemos de vivir como si la hubiera, hemos de "pactar" una
serie de verdades que nos den seguridad, confianza (no certeza) porque ésta es
imprescindible para la vida.
La necesidad de una verdad creo que forma parte de la condición humana. Pocas
personas preferirían no saber. El hombre es un animal que busca verdades. Este ansia
de verdad le conduce en ocasiones incluso a poner en duda la existencia misma de la
verdad. Pero nunca el sacrificio es completo. Nunca la verdad es por entero abolida.
Por eso no veo contradicción entre el ejercicio escéptico o relativizador de la filosofía y el afán de hallar una verdad. Son dos formas de llegar a lo mismo desde caminos distintos.
Espero haberte ayudado,
rolfo

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